domingo, 20 de septiembre de 2015

Parte 11: MONTE EVASIVO, EL MONTE SINAí. (Escalera al Cielo)









Escalera al Cielo (segundo libro).
Parte 11: Monte Evasivo.
ZECHARIA SITCHIN
1980, Nueva York, USA.







En algún lugar de la península del Sinaí, los Nefilim instalaron su espacio-puerto post-diluviano y algunos pocos y escogidos mortales, con las bendiciones de sus dioses, podían aproximarse a una determinada montaña. 

Fue allá que Alexander, o Alejandro el Grande, recibió la orden del hombre-pájaro que montaba guardia:

"Vuelta! Vuelta, pues la tierra en que estás pisando es suelo sagrado!" 

También fue allá que hombres-águila atacaron a Gilgamesh con sus rayos aturdidores, cuando después percibieron que él no era un simple mortal.

Los sumerios llamaban a esa montaña MA.SHU - el Monte del Supremo Barco. 

Las leyendas de Alejandro el Grande se refieren a él como el monte Mushas - la montaña de Moisés. 

La naturaleza, las funciones idénticas y el mismo nombre sugieren que en todos los casos él era una marca geográfica indicando a los aventureros el destino final de su larga jornada. 

Así, parece que la respuesta a la pregunta: "¿En que lugar de la península quedaba el portón del espacio-puerto?", estába bien próxima. 

Finalmente, la montaña del Éxodo, el "monte Sinaí", claramente marcada en los mapas de la región, es el más alto entre los grandes macizos de granito del sur de la península.

Desde hace 33 siglos los judíos conmemoran su Pascua, ocasión en que recuerdan el éxodo de Egipto. 

Los registros históricos y religiosos están llenos de referencias a ese evento, a las tribulaciones por el desierto y la alianza con Dios hecha en el monte Sinaí. 

El pueblo judío es constantemente recordado de la Teofanía, cuando toda la nación de Israel vio al Señor Yahveh resplandeciendo en toda su gloria en el monte sagrado. 

Sin embargo, los registros siempre buscaron no colocar énfasis excesivo sobre la localización exacta de esa montaña, de modo que no estimulara la transformación del lugar en un centro de culto.

No existe ninguna mención en la Biblia sobre alguien que haya, al menos intentado, volver al monte Sinaí para una vista, con excepción del profeta Elías. 

Cerca de cuatro siglos después del éxodo, él huyó para salvar su vida después de haber matado a los sacerdotes de Baal en el monte Carmelo. 

Intentando alcanzar el monte, Elías se perdió en el desierto. Fue un ángel del Señor quien lo hizo recobrar la conciencia y lo abrigó en una caverna de la montaña.

Actualmente, por lo menos a primera vista, nadie necesita de un ángel protector para encontrar el monte Sinaí. 

El peregrino moderno, como tantos otros en el pasado, dirige su rumbo para el monasterio de Santa Catalina, que tiene ese nombre en homenaje a la Catalina de Egipto, santa y mártir, cuyo cuerpo fue llevado para la montaña más alta de la península por los ángeles.





El peregrino, después de pasar la noche en el monasterio, comienza a subir el Gebel Mussa ("monte Moisés", en árabe) inmediatamente al nacer del día. 

Ese es el pico más meridional de un macizo de 3 kilómetros que se eleva al sur del monasterio y se trata del monte Sinaí "tradicional", al cual están asociados la Teofanía y la entrega de las Tablas de la Ley.






La subida hasta ese monte es una empresa larga y penosa, pues él tiene 760 metros de altura. 

Uno de los medios es utilizar una escalera con 4 mil escalones construida por los monjes en el rincón oeste del macizo. 

El camino más fácil, pero que consume varias horas de caminata, comienza en el valle, entre el macizo y una montaña que apropiadamente tiene el nombre de Jetro, el suegro de Moisés, y va subiendo por el lado Este hasta alcanzar los últimos 750 escalones del primer trillo. 

Fue en esa intersección, según las tradiciones de los monjes, que Elías se encontró con El Señor.

Una capilla cristiana y un santuario musulmán, ambos pequeños y de construcción modesta, marcan el lugar donde las Tablas de la Ley fueron entregadas Moisés.

Una caverna próxima es venerada como siendo la "hendidura en la roca", donde Dios mandó a Moisés esconderse durante su pasaje, como es relatado en Éxodo 33:22. 

Un pozo que queda en el trillo de descendida es identificado como el lugar a donde Moisés llevaba el rebaño de su suegro para beber agua. 

En toda la región del djebel Musa y sus alrededores existen marcas geográficas definidas por las tradiciones de los monjes para todos los eventos asociados con la montaña sagrada.

Desde el "Djebel Musa", se pueden avistar los otros picos del macizo de granito y, sorprendentemente, se nota que él parece ser más bajo que muchos de sus vecinos.

De hecho, para fortalecer la leyenda de Santa Catalina, los monjes fijaran en el monasterio una placa que dice:

ALTITUD 1.527 metros
MONTE MOISÉS 2.305 metros
MONTE STA. CATALINA 2.615 metros

De esa forma, el visitante es llevado a creer que el monte Santa Catalina es realmente el más alto de la península y por eso habría sido escogido por los ángeles para abrigar el cuerpo de la santa.

Al mismo tiempo, el peregrino también se queda un tanto decepcionado al constatar que, al contrario de las creencias, Dios, al llevar a los hijos de Israel para aquella región, con la intención de impresionarlos con su poder e imponer sus leyes, no escogió para eso la montaña más alta.

¿Se habría Dios equivocado en la elección del monte?

En 1809, el erudito suizo Johann Ludwig Burckhardt llegó al Oriente Medio bajo el patrocinio de la Asociación Británica para la Promoción de Descubrimientos en el Interior de África.

Después de estudiar las costumbres musulmanas y árabes, él vistió una túnica, se colocó un turbante, y asumió un nuevo nombre, pasando a llamarse Ibrahim Ibn Abd Allah - Abraham, el Hijo del Siervo de Alá -, y así consiguió viajar por áreas hasta entonces prohibidas a los infieles. 

En esos viajes, él descubrió, entre muchas cosas, los templos egipcios de Abu Simbel y Petra, la ciudad de piedra de los nabateus, en la Transjordania.

En 15 de abril de 1816, Burckhardt partió de Suez, a lomo de camello, decidido a recorrer la ruta del éxodo, pretendiendo establecer la verdadera localización del monte Sinaí. 

Siguiendo el camino presumible de los israelitas, él viajó rumbo al sur, siguiendo el litoral oeste de la península. 

En esa región, el terreno montañoso comienza cerca de 15 o 20 kilómetros de la costa, formándose así una desolada llanura litoral cortada aquí y allí por wadis y algunas fuentes de aguas calientes, inclusive una que solía ser frecuentada por los faraones.

Mientras descendía por el altiplano de piedra caliza de la península, Burckhardt iba anotando la geografía, topografía y distancia de la región, comparando las marcas, condiciones y nombres de los lugares con las descripciones de las varias etapas del éxodo registradas en la Biblia. 

Cuando termina ese altiplano de piedra caliza, se inicia una franja de arena, que lo separa de un cinturón de arenisca de nubia. 

Esa franja de terreno arenoso es una dádiva de la naturaleza para el viajante que pretende alcanzar el interior de la península, pues ella funciona como una avenida que corta el Sinaí de Este a Oeste. 

Fue por medio de ella que Burckhardt penetró en el interior de la península. 

Después de algún tiempo de viaje, él tomó rumbo sur, entrando en el área de las montañas de granito, y acabó alcanzando el monasterio de Santa Catalina por el Norte (como hace actualmente el peregrino que llega en avión).

Algunas de sus observaciones continúan siendo de gran valía para los estudiosos. 

La región, como él registró, producía excelentes dátiles; los monjes, por tradición, solían enviar grandes cajas de frutas al sultán de Constantinopla como un tributo anual. 

Habiendo hecho amistad con los beduinos del área, Burckhardt acabó siendo invitado a la fiesta anual de "San Jorge", que los árabes llamaban de "El Kadir" - el "siempre verde"!

El explorador suizo subió a los montes Musa y Santa Catalina, y estudió minuciosamente sus alrededores, habiendo quedado especialmente fascinado con el monte Umm Shumar - sólo 55 metros más bajo que Santa Catalina -, que se eleva un poco a suroeste del grupo Musa-Santa Catalina. 






Visto de lejos, su pico parpadea al sol "con una blancura increíble", debido a una cantidad rara de mica en la roca, formando un "impresionante contraste con la superficie oscura de la pizarra y del granito rojo" de la parte más baja de la montaña y sus alrededores. 

El pico también era el único que proporcionaba una visión más libre del golfo de Suez ("el puerto de El-Tor estaba claramente visible") y del golfo de Ácaba. 

Examinando los documentos archivados en el convento, Burckhardt descubrió la información de que antes el monte Umm Shumar era la principal localización de los poblados monásticos. 

En el siglo XV, "caravanas de asnos cargados de maíz y otras provisiones pasaron regularmente por ese lugar, venidos de El-Tor, pues este es el camino más próximo al puerto".

El investigador suizo volvió vía wadi Feiran y su oasis, el mayor de la península sinaítica. 

En el punto donde el wadi deja las montañas y alcanza la franja litoral, él encontró y escaló una montaña magnífica, el monte Serbal, con 2.074 metros de altitud, uno de los más altos de la península, donde encontró restos de santuarios e inscripciones de peregrinos. 






Después de investigaciones adicionales, Burckhardt determinó que el principal centro monástico de la región fue, durante muchos siglos, esa área del Feiran con su imponente montaña.

Cuando Burckhardt publicó sus descubrimientos (Travels in Syria and the Holy Land), hubo una conmoción en los medios bíblicos y académicos, pues, según él, el verdadero monte Sinaí no era el monte Musa, sino el Serbal!

Inspirado por las propuestas de Burckhardt, el conde francés León de Laborde viajó por la península sinaítica en 1826 y 1828.

La principal contribución que dejó para el conocimiento de la región fueron sus excelentes mapas y dibujos (en Commentaire sur L'Exode). 

En 1839, el artista escocés David Roberts siguió el mismo guión.

Sus magníficos y cuidadosos dibujos, embellecidos con una pizca de imaginación, despertaron gran interés en aquella época en que aún no existía la fotografía.








Otro viaje importante por la región fue el realizado por Edward Robinson y Eli Smith, dos americanos. 

Tal como Burckhardt, ellos partieron de Suez en camellos, llevando consigo el libro del suizo y los mapas de Laborde, y llevaron trece días para llegar a Santa Catalina. 

En el monasterio, Robinson estudió minuciosamente las leyendas del lugar y descubrió que había existido en Feiran una comunidad monástica superior, a veces liderada por obispos, a la cual Santa Catalina y otros monasterios eran subordinados. 

Él constató también que los santuarios de Santa Catalina y Musa no habían tenido gran importancia los primeros siglos de la era cristiana y que la supremacía del primero sólo había comenzado a establecerse en el siglo XVII, cuando las otras comunidades cayeron en las manos de invasores y ladrones. 

Estudiando las tradiciones árabes, Robinson descubrió también que los nombres bíblicos "Sinaí" y "Horeb" eran totalmente desconocidos para los beduinos y que fueron los monjes de Santa Catalina que los aplicaron a ciertas montañas.

Entonces, ¿Burckhardt estaba en lo correcto? 

Robinson, según su libro "Biblical Researches in Palestine, Mount Sinai and Arabia Petraea", no concordó con la ruta que el suizo había determinado como aquella usada por los israelitas para alcanzar Serbal y por eso se abstuvo de avalar la nueva teoría. 

Sin embargo, dejó claro que tenía dudas acerca del monte Musa e indicó una montaña próxima como la mejor elección.

La posibilidad de que la antigua tradición identificando el monte Musa como el Sinaí de la Biblia podía estar errada, fue encarada como un desafío por el grande egiptólogo y fundador de la arqueología científica, Karl Richard Lepsius. 





Él atravesó el golfo de Suez en barco y fue hasta El-Tor ("el toro"), puerto donde los peregrinos cristianos que se dirigían a Musa y Santa Catalina solían desembarcar, ya mucho antes de que los musulmanes transformaran la ciudad en un importante punto de parada y centro de purificación en la ruta entre Egipto y Meca. 

Cerca de él se eleva el majestuoso monte Umm Shumar, que Lepsius clasificó como un posible "candidato" al Sinaí, junto con el Musa y el Serbal. 

Sin embargo, después de extensas investigaciones y muchas andanzas por la región, él descartó esa posibilidad y se concentró en los dos últimos.

Sus descubrimientos fueron publicados en "Discoveries in Egypt, Ethiopia and the Peninsula of Sinai 1842-1845" y en "Letters from Egtypt, Ethiopia and Sinai", este último incluyendo el texto completo (en traducción del alemán) de sus informes al rey de la Prusia, que patrocinaba sus expediciones. 

Este Lepsius dio voz a sus dudas sobre el monte Musa: "El aislamiento del distrito, su distancia de las rutas frecuentadas y su posición en aquella cadena de montañas tan alta... lo harían adecuado sólo para ermitaños y, por el mismo motivo, poco apropiado para reunir una gran cantidad de personas. 

Lepsius estaba seguro de que los centenares de miles de israelitas del éxodo no podrían haber subsistido en la región montañosa en torno a lo Musa durante el periodo de casi un año en que permanecieron en la península.

Las tradiciones de los monjes comenzaban a partir del siglo VI y, por lo tanto, no podían servir de guía para el investigador.

El monte Sinai, enfatizó Lepsius, tenía que quedar en una llanura desértica, pues en las Escrituras él era llamado de monte Horeb, "el monte de la Sequedad". 

Musa quedaba entre otras montañas y el área no era desértica. 

La llanura costera delante del monte Serbal se ajustaba mejor a esos parámetros. 

Era lo suficientemente grande para acomodar a las multitudes de israelitas que asistieron a la Teofanía y el wadi Feitan adyacente era el único en la región que podría haberlas sostenido, y a su ganado, durante un año. 

Además de eso, solamente la posesión sobre ese valle "único y fértil" podría justificar el ataque amalecita (según la Biblia, en Refidim, un desfiladero cerca del monte Sinaí). 

En la región en torno al Musa no existía un área fértil, digna de ser blanco de disputa. 

Moisés llegó al Sinaí por primera vez cuando buscaba pasto para el rebaño del suegro, algo que podría encontrar en Feitan, pero jamás en el desolado Musa.

Pero, si el monte Musa no era el Sinaí de la Biblia, ¿qué decir del monte Serbal? 

Además de su localización "correcta" en wadi Feiran, Lepsius encontró algunas evidencias concretas.

Describiendo el Serbal en términos entusiastas, él relató haber encontrado en su tope "una profunda depresión, en torno a la cual los cinco picos de la montaña se juntan en un medio círculo y forman una imponente corona". 

En medio de la depresión él descubrió las ruinas de un antiguo convento. 

En su opinión, fué en ese lugar que la "Gloria de Dios" había descendido delante de los ojos de los israelitas, que asistieron reunidos en la llanura a Oeste de la montaña. 

En cuanto al fallo que Robinson había encontrado en la ruta del éxodo determinada por Burckhardt, y que no encajaría con el monte Serbal, Lepsius tenía una teoría que podría representar la solución del problema.

Cuando las conclusiones del respetado arqueólogo fueron publicadas, sacudieron las tradiciones establecidas, pues él enfáticamente negaba que el monte Musa era el Sinaí, optando para eso por el Serbal, y objetaba la ruta del éxodo, antes aceptada como plenamente establecida.

El acalorado debate que siguió a la publicación de sus libros duró casi un cuarto de siglo y generó largas explicaciones de otros investigadores, como Charles Foster (The Historical Geography of Arabia: Israel in the Wilderness) y William H. Bartlett (Forty Days in the Desert on the Track of the Israelites), que añadieron nuevas sugerencias, afirmaciones y dudas. 

En 1868, el gobierno británico se unió al Fondo de Exploración de la Palestina en el envío de una gran expedición a la península sinaítica, cuya misión era hacer un extenso trabajo geodésico y de mapeamiento, y establecer de un golpe toda la ruta del éxodo y la localización exacta del monte Sinaí de la Biblia. 

El grupo era liderado por los capitanes Charles W. Wilson y Henry Spencer Palmer, de los Royal Engineers, e incluía al profesor Edward Henry Palmer, famoso especialista en asuntos árabes y orientales. 

El informe oficial de la expedición (Ordnance Survey of the Peninsula of Sinai) fue ampliado por los dos Palmer en obras separadas.

Los otros investigadores que habían escrito sobre la región habían visitado el Sinaí en la primavera y pasado poco tiempo allá. 

La expedición Wilson-Palmer partió de Suez el 11 de noviembre de 1868 y retornó el 24 de abril de 1869, permaneciendo, por lo tanto, en la península desde el comienzo del invierno hasta la primavera siguiente. 

Por eso, uno de sus primeros descubrimientos fue que hacía mucho frío en el sur montañoso durante el invierno y allá nevaba mucho, haciendo casi imposible el pasaje por el área. Los picos más altos, como el Musa y Santa Catalina, permanecían cubiertos de nieve por varios meses. 

Los israelitas, que nunca habían visto nieve en Egipto, supuestamente habían pasado un año en esa región. 

Sin embargo, en la Biblia no existe ninguna mención a la nieve o aún a clima frío.

Mientras el libro del capitán Palmer (Sinai: Ancient History from the Monuments) ofrece datos sobre los indicios arqueológicos e históricos descubiertos por la expedición - poblados antiguos, presencia egipcia, inscripciones en el primer alfabeto conocido-, el del profesor Edward Palmer (The Desert of the Exodus) presenta las conclusiones de la expedición sobre la ruta de los israelitas y el monte Sinaí de la Biblia.

A pesar de que las dudas se mantuvieron, el grupo vetó el Serbal y escogió el Musa como el Sinaí de la Biblia. 

Sin embargo, como delante del Musa no existía un valle donde los israelitas pudieran haber acampado, y asistido a la Teofanía, el profesor Palmer presentó una solución: el monte Sinaí de la Biblia no era el pico sur del macizo (el djebel Musa), sino el pico norte, el Ras-Sufsafeh, que dá hacia "la espaciosa llanura de Er-Rahah, donde nada más y nada menos que 2 millones de israelitas podrían acampar". 




Y concluyó: "A pesar de las antiguas tradiciones, nos sentimos obligados a rechazar el Djebel Musa como la montaña donde fueron entregues las Tablas de la Ley".

Las teorías del profesor Palmer inmediatamente fueron criticadas, apoyadas o modificadas por otros eruditos; poco tiempo después una variedad de picos y rutas fue presentada al público como siendo la citada en la Biblia.

Pero, ¿el único lugar de la península a ser investigado sería realmente el Sur? 

En abril de 1860, el "Journal of Sacred Literature" publicó una sugerencia revolucionaria: la montaña sagrada no quedaba en el Sur de la península; ella debería ser buscada en la meseta central. 

El escritor anónimo destacaba que el nombre de esa meseta - Badiyeth el-Tih - era muy significativo, pues quería decir "el desierto de la caminata" y, según los beduinos locales, era por allá que los hijos de Israel habían vagado. 

El artículo también sugería que un correcto pico del El-Tih era el monte Sinaí bíblico.

En 1873, un geógrafo y lingüista llamado Charles T. Beke, que ya había explorado y mapeado el nacimiento del Nilo, partió en busca del "verdadero monte Sinaí". 

Después de varias investigaciones, Beke determinó que el monte Musa no tenía ese nombre a causa de Moisés, sino en homenaje a un monje del siglo IV, famoso por su piedad y milagros, y que sólo había pasado a ser considerado la montaña de Dios alrededor del año 550. 

Él también destacó que Flavio Josefo, el judío que registró la historia de su pueblo para los romanos después de la caída de Jerusalén en el año 70, describió el monte Sinaí como siendo el más alto de la península, lo que dejaba fuera al Musa y al Serbal.

Beke también interrogó: ¿cómo los israelitas podrían haber descendido al Sur de la península sin que fueran impedidos por las guarniciones egipcias que patrullaban las áreas de minería?

Esa pregunta se quedó sin respuesta y se sumó a muchas otras objeciones que jamás fueron contestadas.

A pesar de sus estudios, Charles Beke nunca será recordado como el hombre que descubrió el verdadero Sinaí, pues él terminó concluyendo que la montaña sagrada era un volcán que quedaba en algún lugar a SurOeste del mar Muerto, como está en su libro "Discoveries of Sinaí in Arabia and Midian". 

Sin embargo, él levantó muchas dudas que abrieron camino para un nuevo modo de pensar sobre la localización del monte y la ruta del éxodo.

La búsqueda del monte Sinaí en la región meridional de la península estaba conectada a la noción de una "travesía por el Sur" o una "ruta Sur" del éxodo. 

Ella afirmaba que los hijos de Israel habían atravesado el mar Rojo en lo alto del golfo de Suez y enseguida, encontrándose en la franja litoral al Oeste de la península, habían descendido hacia el Sur y, a una cierta altura, penetrado en el interior, haciendo tal vez el camino seguido por Burckhardt.

La travesía en el Sur era una tradición antigua y muy enraizada, bastante plausible y respaldada por varias leyendas. 

Según fuentes griegas, Alejandro el Grande, intentó imitar a los israelitas atravesando el mar Rojo en lo alto del golfo de Suez.

Otro emperador que pretendió realizar el mismo hecho fue Napoleón, en 1799. 

Sus ingenieros descubrieron que en el lugar donde el golfo forma como una "lengua" que avanza tierra adentro, cerca de la ciudad de Suez, existe un espinazo de montaña sumergido, con cerca de 180 metros de anchura, que atraviesa el golfo de costa la costa. 

Nativos osados siempre usaron ese pasaje en la marea baja, caminando con el agua a la altura de los hombros. 

Además de eso, cuando sopla un viento del Este muy fuerte, esa parte del lecho del mar se queda casi toda expuesta.

Los ingenieros de Napoleón calcularon el lugar y la hora exactos para que su emperador imitara a los hijos de Israel, pero un cambio inesperado en la dirección del viento causó un súbito avance de la marea, que cubrió el banco rocoso con más de 2 metros de agua en pocos minutos. 

El gran Napoleón escapó por poco.

Esas experiencias, aunque fracasadas, convencieron a los estudiosos del siglo XIX de que la travesía se hubo dado en lo alto del golfo de Suez, pues el viento realmente podía crear un pasaje angosto y su cambio brusco hacía que las aguas vuelvan rápidamente, pudiendo ahogar a todo un ejército. 

Además de eso, en el margen opuesto del golfo, ya en la península, había un monte, el Djebel Mur ("la montaña amarga") y cerca de él un lugar llamado Bin Mur ("el pozo amargo"), que se ajustaban a la bíblica Mará, el lugar de las aguas amargas, que los israelitas encontraron inmediatamente después de la travesía. 

Un poco más al sur quedaba el oasis de Ayun Musa - "la fuente de Moisés". 

¿No sería esa la etapa siguiente del éxodo, Elim, recordada en la Biblia por sus bellas fuentes y numerosas palmeras? 





La travesía en lo alto del golfo de Suez, por lo tanto, se ajustaba bien a la teoría de que de allí los israelitas habían tomado una ruta para el Sur, no importando cuál fuera el camino tomado posteriormente para alcanzar el interior de la península.

La travesía hacia el Sur también concordaba con los estudios más recientes sobre Egipto Antiguo y la esclavitud de los israelitas.

El corazón histórico de Egipto era el centro Heliópolis-Menfis, siempre partiendo de la hipótesis de que los hijos de Israel habían trabajado como esclavos en la reconstrucción de las pirámides de Gizeh. 

De esa región salía una ruta natural para el Este, que llevaba el viajante casi directamente para el alto del golfo de Suez.

Sin embargo, cuando los descubrimientos arqueológicos comenzaron a llenar las lagunas históricas y a suministrar una cronología adecuada, quedó establecido que las grandes pirámides habían sido construidas cerca de quince siglos antes del éxodo, o sea, más de mil años antes incluso de que los hebreos llegasen a Egipto. 

Los israelitas, concluyeron entonces los estudiosos, debían haber trabajado en la construcción de la nueva capital que Ramsés II había mandado erigir alrededor de 1.260 a.C. llamada Tânis, y que quedaba a Nordeste del delta del Nilo. 

El lugar habitado por los israelitas - la Tierra de Gessem, de la Biblia -, consecuentemente, tendría que quedar mucho más al Nordeste de lo que antes se imaginaba.

La construcción del canal de Suez (1859-1869), que fue acompañada de una enorme acumulación de datos topográficos, geológicos, climáticos y otros, confirmó la existencia de una hendidura geológica que en Eras primitivas unía el mar Mediterráneo con el mar Rojo a través de un canal natural.

Por varios motivos esa hendidura se fué encogiendo a lo largo de los milenios, resultando en una sucesión de lagunas pantanosas, como los lagos Menzaleh, Ballah y Timsah, y dos lagos unidos más, el Grande Amargo y el Pequeño Amargo, conocidos por el nombre genérico de lagos Amargos. 






Todos ellos debían ser muy antiguos en la época en que el alto del golfo de Suez también se extendía más para el interior del continente.

Estudios arqueológicos que completaron los datos de ingeniería establecieron que en la Antigüedad había dos "canales" en la región, uno que conectaba el centro más populoso de Egipto con el Mediterráneo y otro que hacía la misma conexión con el Golfo de Suez. 

Acompañando los lechos naturales de los wadis o afluentes secos del Nilo, ellos transportaban agua dulce para la irrigación y consumo, y eran navegables. 

Los descubrimientos confirmaron también que en tiempos antiguos existía una barrera casi continua de agua que funcionaba como la frontera al Este de Egipto con la península del Sinaí.

En 1867, los ingenieros del canal de Suez elaboraron un diagrama mostrando una sección transversal de la región entre el Mediterráneo y el golfo, mostrando las cuatro ocurrencias de terreno elevado sumergido que en la Antigüedad (como hasta en los tiempos de hoy) servían de pasajes naturales, verdaderos portales, para entrar y salir de Egipto venciendo la barrera acuosa. 

(A) Entre las lagunas pantanosas de Mezaleh y lago Ballah; la ciudad moderna que queda en ese punto de travesía es El-Qantara ("El vano").

(B) Entre el lago Ballah y el lago Timsah; la ciudad en el lugar es Ismaília. 

(C) Entre el lago Timsah y el Gran Lago Sufro - la elevación conocida en la era greco-romana como Serapeu.

(D) Entre el Gran Lago Amargo y el alto del golfo de Suez, donde existe un verdadero "puente terrestre", conocido como el Shalouf.





Por medio de esos pasajes, varias rutas conectaban a Egipto con Asia por la península del Sinaí. 

Se debe tener en mente que la travesía del mar Rojo (mar/lago de Juncos) no fue un evento premeditado; ello sólo aconteció después de que el faraón cambió de idea sobre dejar partir a los israelitas. 

Fue entonces que el Señor les ordenó volver del margen del desierto, que ya habían alcanzado, y "acampar junto al mar". 

Por lo tanto, originalmente, ellos salieron de Egipto por uno de los pasajes naturales. Pero, ¿cuál de ellos?

DeLesseps, el principal constructor del canal de Suez, era de la opinión de que ellos habían usado el portal "C", al sur del lago Timsah. 

Otros, como Olivier Ritter (Histoire de L'Isthme de Suez), concluyeron, con base en los mismos datos de ingeniería, que fue por el portal "D". 

En 1874, el egiptólogo Heinrich Karl Brugsch, hablando en el Congreso Internacional de Orientalistas, identificó las marcas conectadas a la esclavitud israelita y el éxodo, en el área al noroeste de Egipto; por lo tanto, el pasaje más lógica sería "A".

La idea de la travesía por el norte ya tenía casi un siglo de edad cuando Brugsch lanzó su teoría, pues fué presentada en el "Hamelneld's Biblical Geography" en 1796, y por varios otros investigadores. 

Sin embargo, Brugsch, como hasta sus adversarios reconocieron, presentó su idea con "real brillantez y una impresionante cantidad de indicios comprobatorios extraídos de los monumentos egipcios". 

Su trabajo fue publicado bajo el título: "L 'Exode et les Monuments Egyptiens".

En 1883, Edouard H. Naville (The Store City of Pithom and the Route of the Exodus) identificó Pitom, la ciudad del trabajo esclavo de los israelitas, como un lugar al oeste del lago Timsah.

Esas y otras identificaciones e indicios presentados por otros eruditos, como Georg Ebers en "Durch Gosen Zum Sinaí", establecieron que el lugar de habitación de los israelitas iba del lago Timsah hacia el Oeste y no de allí hacia el Norte, como se imaginaba. 

Gessem no quedaba en el extremo noroeste de Egipto, pero sí en las cercanías de la barrera acuosa.

H. Clay Trumbull (Kadesh-Barna) presentó entonces la identificación que hasta hoy es aceptada para Sucot, el punto de partida del éxodo: se trataba de un local de reunión de caravanas al Oeste del lago Timsah y, por lo tanto, el pasaje "B" era el más próximo. 

Sin embargo, ello no suministraba explicación para el tramo del Libro del Éxodo, 13:17-18, que dice: "Pero, cuando faraón dejó al pueblo partir, Dios no lo hizo ir por el camino del país de los filisteos, a pesar de ser más cercano... Dios, entonces, hizo al pueblo dar vuelta por el camino del desierto del mar de los Juncos [Yam Suff]". 

Trumbull entonces sugirió que los israelitas, perseguidos por el faraón, descendieron más para el sur y terminaron en el pasaje "D", atravesando las aguas en lo alto del golfo de Suez.

A medida que el siglo XIX se aproximaba de su fin, los eruditos se apresuraban a dar la palabra final sobre el asunto de la ruta del éxodo. 

Los puntos de vista de los "suristas" fueron enfáticamente resumidos por Samuel C. Bartlett en "The Veracity of the Hexateuch": la travesía se había dado en el sur, la ruta fue para el Sur y el monte Sinaí quedaba en el Sur de la península (en Ras-Sufsafeh, área del Djebel Musa). 

Con igual énfasis, eruditos como Rudolf Kittel (Geschichte der Hebrãer), Julius Wellhausen (Israel und Judah) y Anton Jerku (Geschichte des Volkes Israel) presentaron la teoría de que la travesía se había dado en el Norte, lo que significaba un monte Sinaí situado en el norte de la península.

Uno de los argumentos más fuertes de los "nortistas" y que actualmente es aceptado como un hecho por todos los estudiosos, era que Cades-Barnea, lugar donde los israelitas permanecieron durante la mayor parte de sus cuarenta años en la península, no fue una parada al azar, sino el destino premeditado del éxodo. 




La Cades-Barnea de la Biblia fue firmemente identificada como siendo la fértil región de los oasis de Ain-Kadeis <Ayn Qudays > ("fuente de Cades") y Ain Qudeirat, situada en el Noroeste de la península.

Según el Deuteronomio 1:2, Cades-Barnea quedaba a "once días" del monte "Horeb". Jerku y otros autores afirmaron, con base en esa afirmación, que el verdadero monte Sinaí tenía que quedar en esa región.

El último año del siglo XIX, H. Holzinger (Exodus) presentó una teoría que quedaba en medio término: la travesía fue en "c" y la ruta siguió hacia el Sur. 

Pero, los israelitas penetraron en el interior de la península mucho antes de alcanzar las áreas de minería egipcia protegidas por guarniciones militares. 

Entraron en la planicie El-Tih, "el desierto de la caminata", y entonces viraron hacia el Norte por la llanura céntrica, yendo hacia un monte Sinaí situado al Norte.

Cuando comenzó el siglo XX, la cuestión céntrica de los debates dejó de ser el lugar de la travesía y toda la atención se volvió hacia la pregunta: ¿Cuál de las rutas tradicionales que atraviesan la península, conectando Egipto con Asia, usadas desde tiempos inmemoriales, fue la seguida por los israelitas en su éxodo?




La antigua ruta litoral, llamada por los romanos de Vía Maris -"El Camino del Mar" - comenzaba en El Qantara ("A", en el mapa) y, a pesar de atravesar dunas de arena en constante mutación, era bendecida con pozos de agua en todo el trayecto y abundancia de palmeras, que suministraban frutos dulces y nutritivos en la estación adecuada y sombra benevolente el año entero.

La segunda ruta, comenzando en Ismaília ("B"), corría casi paralela a la primera, pero a cerca de 30 o 40 kilómetros más para el interior, atravesando colinas ondulantes y una u otra montaña de baja altitud. 

En ella, los pozos naturales eran raros y el nivel de la sábana freática está muy abajo de la superficie, lo que exige una excavación de varios metros para encontrar agua en un pozo artificial. 

Aún el viajero moderno, que hace ese camino en automóvil, pues las carreteras de la actualidad siguen los trillos antiguos, inmediatamente se da cuenta de que está atravesando un desierto de verdad.

Desde las épocas más primitivas, el camino del mar era el preferido por los ejércitos que tenían apoyo naval. 

La ruta interna, más ardua, era escogida por los que no querían ser vistos por las patrullas litorales en el Mediterráneo.

La travesía de la barrera acuosa al punto "C" podía llevar tanto para esa segunda ruta como hacia las otras dos que, saliendo del pasaje "D", seguían hacia una cadena de montañas en la llanura céntrica de la península. 

El suelo duro y plano de la región no favorece la aparición de lechos de wadis profundos y, durante las lluvias de invierno, algunos de esos ríos intermitentes dan la impresión de ser pequeños lagos - lagos en pleno desierto! 

Las aguas inmediatamente escurren, pero alguna cantidad se filtra por entre la arcilla y la grava, y es en esa área que basta una pequeña excavación para extraer agua del subsuelo.

De esas dos rutas, la más al norte, que salía del pasaje "D", llevaba al viajero para el desfiladero de Giddi, de ahí para el bordillo montañoso de la llanura céntrica y enseguida para Beersheva, Hebron y Jerusalén. 

La ruta más al Sur, que entra en el desfiladero de Mida, tiene el nombre árabe de Darb El Hajj - "el camino de los peregrinos" - y fue el primer camino seguido por los musulmanes que salían de Egipto en la dirección de La Meca, en Arabia. 

Comenzando el viaje cerca de la ciudad de Suez, ellos atravesaban una franja de desierto y penetraban en el área montañosa por el desfiladero de Mitla. 

Atravesaban la llanura céntrica hasta el oasis de Nakhl, donde encontraban un fuerte para su protección, pozos de agua y mesones. 

De Nakhl tomaban para el Sudeste, alcanzaban la ciudad de Ácaba, en lo alto del Golfo del mismo nombre, de donde descendían la costa de la península Arábica hasta la Meca.

Entonces, ¿cuál de esas cuatro rutas fué la seguida por los israelitas? 

Después que Brugsch presentó la teoría de la travesía en el Norte, comenzó a hablarse mucho sobre la afirmación bíblica relacionada con el "camino del país de los filisteos", que no fuera tomado por los israelitas "a pesar de ser más cerca". 

La Biblia explica que esa ruta no fue usada "porque Dios creía que, ante de los combates, el pueblo podría arrepentirse y volverse para Egipto". 

A partir de esas palabras, los eruditos imaginaron que "el camino del país de los filisteos" era la ruta que acompañaba el litoral del Mediterráneo (comenzando en el pasaje "A"), el camino preferido por los faraones para sus expediciones comerciales y militares, y que, por ese motivo, estaba llena de fuertes y guarniciones egipcias.

En la volcada del siglo, A. Y. Haynes, capitán de los Royal Engineers, estudió las antiguas rutas y recursos hídricos de la península sinaítica bajo el patrocinio del Fondo de Exploración de la Palestina. 

En su informe, publicado bajo el título "The Route of the Exodus", él reveló una impresionante familiaridad con las escrituras bíblicas y trabajos de otros investigadores, inclusive del reverendo Y. W. Holland, que estuvo cinco veces en la península, y del mayor-general sir C. Warren, un estudioso de los recursos hídricos en el "desierto de la caminata" en la llanura céntrica.

El capitán Haynes meditó sobre el problema del "camino que no fue tomado". 

Ahora, si él no era un medio fácil de alcanzar para llegar al destino final de los israelitas, ¿por qué había sido mencionado como siendo una alternativa factible? 

Haynes también destacó que Cades-Barnéia - a esas alturas ya aceptada como la meta preestablecida del éxodo - quedaba muy próxima de la ruta litoral y, por lo tanto, el monte Sinaí, que, según la Biblia, se situaba en el camino para Cades, también tenía que quedar cerca de ella.

Impedido de usar la ruta litoral, concluyó Haynes, Moisés probablemente pretendió hacer que los israelitas siguieran hacia Cades - cuando pasaron por el monte Sinaí - usando la ruta paralela, más al el interior. 

Sin embargo, la persecución de los egipcios y la consecuente travesía del mar Rojo al punto "D" pueden haber forzado la elección de las rutas meridionales.

Entonces la llanura céntrica era realmente "el desierto de la caminata" y Nakhl sería una importante estación intermediaria, en cuyas vecindades quedaría el monte Sinaí de la Biblia. 

El monte en sí debería estar localizado a cerca de 150 kilómetros de Cades-Barnea, lo que igualaría, en sus cálculos, la distancia bíblica de "once días". 

Su candidato para ser el Sinai de la Biblia era el monte Yiallaq, una montaña de piedra caliza "de dimensiones impresionantes, pareciendo una enorme percebe" situada en el bordillo Norte de la llanura céntrica, "exactamente a medio camino entre Ismaília y Cades". 

Haynes, escribiendo el nombre de ese monte Yalek, afirmó que él se aproxima bastante del antiguo término Amalek, donde el prefijo Am indica "país de".

Los años que siguieron, la posibilidad de un viaje de los hijos de Israel a través de la llanura céntrica ganó varios defensores.

Algunos, como Raymond Weill, en "Le Séjour des lsraélites au Désert du Sinai", aceptaron bien la teoría de "un monte cerca de Cades". 

Otros, como Hugo Gressmann, en "Mose und seine Zeit", pensaban que los israelitas, al salir de Nakhl, no habían ido hacia el Nordeste, pero sí para el Sudeste, tomando el rumbo del golfo de Ácaba. 

Otros aún - como Black, Bühl, Cheyne, Dillmann, Gardiner, Grãtz, Guthe, Meyer, Musil, Petrie, Sayce, Stade - concordaban o discordaban total o parcialmente de esas ideas.

Pero, como todos los argumentos bíblicos y geográficos ya estaban agotados, la impresión era de que solamente una prueba de campo podría resolver la cuestión de una vez por todas. 

Sin embargo, el mayor problema era: ¿cómo duplicar el éxodo, con el desplazamiento de centenares de miles de personas?

La respuesta vino con La Primera Guerra Mundial (1914-1918), pues la península del Sinaí inmediatamente se transformó en la arena de un importante conflicto entre los ingleses y los turcos, éstos apoyados por sus aliados alemanes, teniendo como objetivo la posesión del canal de Suez.

Los turcos no perdieron tiempo en entrar en la península, y los ingleses recularon rápidamente, abandonando sus principales centros administrativo-militares en El-Arish y Nakhl. 

Como los turcos no podían avanzar por el "camino del mar" más fácil, debido al mismo y antiguo motivo de que el Mediterráneo estaba siendo controlado por la Marina enemiga, ellos reunieron un rebaño de 20 mil camellos para transportar agua y provisiones, y pusieron sus tropas en marcha para alcanzar el canal por la ruta más adentro, que hubo alcanzado el canal en Ismaília ("B").





En sus memorias, el comandante turco Djemal Paxá (Memories of la Turkish Statesman, 1913-1919) contó que "el gran problema, del cual dependen todas las difíciles operaciones militares en el desierto del Sinaí, es la cuestión del agua. 

En cualquier otra estación que no sea la lluviosa sería imposible atravesar esa área desolada con una fuerza expedicionaria de aproximadamente 25 mil hombres". 

El ataque turco fue repelido por los británicos. 

Después del fracaso de los turcos, sus aliados alemanes asumieron la empresa. 

Ellos prefirieron usar la llanura céntrica para el avance en la dirección del canal debido al suelo duro y pedregoso, mejor para su equipo motorizado. 

Con el auxilio de ingenieros especializados en recursos hídricos, ellos descubrieron el agua subterránea y cavaron una red de pozos a lo largo de sus líneas de comunicación y avance. 

Sin embargo, su ataque, hecho en 1916, también fracasó.

Cuando los británicos desencadenaron su ofensiva, lo que aconteció en 1917, ellos avanzaron por la ruta litoral, la más natural, alcanzando la antigua línea de demarcación en Rafah en febrero de 1917 y pocos meses después capturaron Jerusalén.

Las memorias sobre las batallas en la península sinaítica escritas por el general A. P. Wavell (The Palestine Campaigns) son de especial interés para quien estudia la región en la Antigüedad porque en ellas él afirma que el Alto Comando británico estimaba que el enemigo no conseguiría encontrar agua en la llanura céntrica para 5 mil hombres y 2.500 camellos.

La campaña del Sinaí vista por el lado alemán es contada en "Sinai", de Theodoro Wiegand y F. Kress von Kressenstein, el general comandante de las tropas. 

En el libro, la descripción de los esfuerzos militares viene acompañada de un minucioso análisis sobre el terreno, clima, historia y fuentes naturales de agua, y muestra la impresionante familiaridad de los autores con todas las investigaciones anteriores realizadas en la región. 

Sus conclusiones son semejantes a las de los ingleses: columnas en marcha, multitudes de soldados y animales, no podrían jamás haber atravesado el Sur de la península sinaítica. 

Dedicando un capítulo especial a la cuestión del éxodo, Wiegand y Von Kressenstein garantizaron que "la región del djebel Musa no puede ser considerada como la del monte Sinaí de la Biblia" y afirmaron que él sólo podría ser "el monumental djebel Yallek" - de esa forma concordando con el capitán Haynes. 

Otra opción, añadieron los autores, tal vez fuera la sugerida por Guthe y otros estudiosos alemanes, el djebcl Maghara, en el margen norte de la ruta "B".

Un militar británico, C. S. Jarvis, que después del fin de la guerra fue nombrado gobernador del Sinaí, se convirtió tal vez en la mayor autoridad sobre la península, debido a los estudios que hizo durante su larga estadía en la región. 

Escribiendo en "Yesterday and Today in Sinaí", él también garantizó que de ninguna forma multitudes de israelitas (aunque su número no pasara de 600 mil, como fue sugerido por W. M. F. Petrie) y sus rebaños podrían viajar por la "masa de puro granito" del sur de la península, y mucho menos que permanecieran allá por más de un año.

Jarvis añadió nuevas dudas a las ya existentes. 

El maná, que serviría de pan para los israelitas, era el depósito resinoso, comestible, en forma de bayas, dejado por pequeños insectos que se alimentan de las datileras. 

Ahora, existen pocas datileras en el sur de la península, pero ellas son abundantes en el Norte.

Enseguida viene el caso de las codornices, que fueron la fuente de carne para los israelitas. 

Esas aves migran de Rusia meridional, Rumania y Hungría, de donde son nativas, para pasar el invierno en Sudán, de donde vuelven hacia el norte en la primavera. 

Hasta hoy los beduinos atrapan con facilidad las codornices cansadas cuando ellas descienden en los márgenes del Mediterráneo para reposar después de sus largos vuelos. 

Las codornices no llegan al Sur de la península, y aunque la alcanzaran por casualidad, no serían capaces de volar por encima de los altos picos de la región.

Todo el drama del éxodo, afirmó Jarvis, tuvo como escenario el norte de la península. 

El "mar de los Juncos" era el pequeño mar Serbónico (Sbkhet El Bardawil, en árabe) y después de atravesarlo los israelitas habían tomado rumbo Sudeste. 

El monte Sinaí era el djebel Hallal, "un macizo de piedra caliza muy imponente, con más de 600 metros de altura, que se eleva solo en una gran llanura aluvial". 

El nombre árabe del monte significa "lo que está de acuerdo con las leyes", bien adecuado al lugar donde habrían sido entregues las Tablas de la Ley.

Los años que se siguieron, la investigación más amplia sobre el tema fue la realizada por la Universidad Hebraica de Jerusalén y otras instituciones de estudios superiores de la entonces Palestina. 

Combinando su conocimiento profundo de la Biblia y otras escrituras con extensas investigaciones en la región, los investigadores no encontraron base firme para la tradición que localizaba el monte Sinaí al sur de la península.

Haim Bar-Deroma (Hana gev y Vze Gvul Ha'aretz) aceptó una travesía en el norte de Egipto, pero creía que los israelitas habían descendido para el Sur, atravesando la llanura céntrica hasta llegar a un "monte Sinai" volcánico, situado en la Transjordania.

Otros tres eruditos - F. A. Theithaber, J. Szapiro y Benjamim Maisler (The Graphic Historical Atlas of Palestine: Israel in Biblical Equipos) defendieron la travesía en el Norte, en los bajíos del mar Serbónico, y afirmaron que El Arish era el verdeante oasis de Elim y el monte Hallal. 

Zev Vilnay, un estudioso de la Biblia que recorrió la Palestina y la península de Norte a Sur viajando a pie, optó por la misma ruta en su libro Ha'aretz Bamikra. 

Ya Yohanan Aharoni, en "The Land of Israel", aunque aceptando una travesía en el norte, cree que los israelitas vinieron hasta Nakhl, en la llanura céntrica, continuando después hasta un monte Sinaí al Sur.

Mientras los círculos bíblicos y académicos continuaban envueltos en grandes debates, se hizo evidente que la cuestión básica no resuelta era la siguiente: a pesar de que una travesía en el Norte de Egipto fuera lógica, el peso de las evidencias negaba la existencia de una extensión de agua como la citada en el Éxodo en la región Norte; sin embargo, esas mismas evidencias iban contra la localización del monte Sinaí en el Sur de la península. 

Incapaces de resolver la dificultad, los estudiosos volvieron su atención para el punto en que todos concordaban: el viaje por la llanura céntrica.

En la década de 40, M. D. Cassuto (Commentary on the Book of Exodus y otras obras) facilitó la aceptación de la idea de una ruta céntrica al demostrar que "el camino no tomado" (el del país de los Filisteos) no era la ruta litoral, como antes se afirmaba, sino la ruta saliendo de "B", más al interior. 

Así; una travesía al punto "C" y enseguida el descenso en la dirección Sudeste hasta la llanura céntrica estaba en total acuerdo con la narrativa bíblica, sin exigir la continuación del viaje hasta el Sur de la península.

La larga ocupación de la península del Sinaí por Israel, después de la guerra con Egipto en 1967, abrió la región para estudios e investigaciones en una escala sin precedentes. 

Arqueólogos, historiadores, geógrafos, topógrafos, geólogos e ingenieros la examinaron minuciosamente de arriba a abajo. 

De particular interés fueron las exploraciones lideradas por Beno Rothenberg (Sinai Explorations, 1967-1972 y otros informes) y patrocinadas por la Universidad de Tel Aviv demostrando que en el área litoral al Norte la existencia de muchas excavaciones de campo arqueólogicas comprobaron el uso de aquella ruta como si fuera un puente terrestre entre Egipto y Asia. 

En la llanura céntrica, sin embargo, no fueron encontrados indicios de residencia permanente, sólo evidencias de campamentos, mostrando que aquella fué siempre una área de simple tráfico. 

Cuando esos puntos de campamento fueron mapeados, ellos formaron "una línea bien nítida yendo del Neguev hacia Egipto y por lo tanto esa debe ser considerada la dirección normal de los movimientos prehistóricos en el 'desierto de la caminata' (el El-Tih)".

Fué con base en esa nueva comprensión de la península sinaítica en la Antigüedad, que un geógrafo bíblico de la Universidad Hebraica, Menashe Har-El, presentó una nueva teoría (Masa'ei Sinai). 

Repasando todos los argumentos anteriores, él destacó que el espinazo sumergido que se eleva entre los dos lagos Amargos, el Grande y el Pequeño, está bastante próximo a la superficie del agua para permitir que ellos sean atravesados a pie cuando sopla un viento fuerte. 

Por lo tanto, fué allá que se había dado la travesía de los israelitas para la península. 

Después ellos habían seguido la ruta tradicional para el Sur, pasando por Bir Murrah (Mara) y Ayun Mussa (Elim), y de ahí alcanzando el margen del mar Rojo, donde acamparon.

Es en este punto que Har-El nos ofrece su gran novedad: a pesar de que viajaron a lo largo del litoral del golfo de Suez, los israelitas no continuaron hasta el Sur. 

Después de que avanzaron unos 30 kilómetros, ellos llegaron a la boca del Wadi Sudr y usaron el valle de ese río para penetrar en la llanura céntrica y fueron hasta Cades-Barnéia. El monte Sinai sería el monte Sinn-Bishr, que se eleva cerca de 600 metros inmediatamente en la entrada del wadi. 

Har-El sugirió que la batalla con los amalecitas tuvo lugar en el litoral del golfo de Suez, pero esa idea fue rechazada por los especialistas militares israelíes, familiarizados con el terreno e historia de los combates en la península. 

Bien, después de todo eso, aún estamos en duda.

Finalmente, ¿dónde quedaba el verdadero monte Sinaí? 

Una vez más tenemos que recurrir a las evidencias de la Antigüedad.

El faraón, en su viaje para la Otra Vida, se dirigía para el Este.

Después de atravesar la barrera acuosa, viraba hacia un desfiladero, alcanzando entonces el Duat, un valle de forma oval, cercado de montañas. 

La "Montaña de la Luz" quedaba en un lugar donde el río de Osiris se dividía en afluentes.

Las descripciones pictóricas mostraban el río de Osiris corriendo en meandros por un área cultivada, pues se ven los hombres arando la tierra.

Encontramos dibujos similares en la Asiria.

Los reyes asirios, debe ser recordado, llegaban a la península venidos de la dirección opuesta, entrando por el Nordeste, vía Canan. 

Uno de ellos, Esarhadón, grabó en una estela lo que sirve como un mapa para su propia búsqueda por la "Vida".




El dibujo muestra la palmera - el emblema-código para la península del Sinaí -, un área de cultivo, simbolizada por el arado, y un "monte sagrado". 

En la parte superior de la estela vemos a Esarhadón en el santuario de la suprema divinidad, cerca del Árbol de la Vida. 

A su lado está la figura de un toro, la misma imagen (el "ternero de oro") que los israelitas esculpieron cuando estaban a los pies del monte Sinai.

Esas descripciones no nos transmiten la idea de los estériles picos de granito en el sur de la península. 

En realidad, ellas nos traen a la mente el norte fértil y el grande wadi que domina el área, el El-Arish, cuyo nombre significa "el río del agricultor". 



Y era en un valle así, formado por un río y sus afluentes, cercado de montañas, que quedaba el Duat.

Sólo existe un único lugar que reúne esas condiciones en toda la península. 

La geografía, topografía, textos históricos, descripciones pictográficas, todo apunta hacia la llanura céntrica que queda en la región Norte.

Aún Y. H. Palmer, que llegó al punto de inventar el desvío Ras-Sufsafeh para fortalecer la idea de la localización de un monte Sinaí al Sur, sabía en el fondo de su corazón que el lugar de la Teofanía y andanzas de los israelitas no podía ser un verdadero mar de montañas de granito, sino tenía que quedar en una área más plana, capaz de recibir y sostener miles de personas y animales."

El concepto popular del monte Sinaí", él escribió en "The Desert of the Exodus", aún modernamente, parece ser el de una única montaña aislada, capaz de ser alcanzada de cualquier lado, elevándose en una ilimitada extensión de arena. 

La propia Biblia, cuando la leemos sin usar las luces de los descubrimientos contemporáneos, favorece esa idea... El monte Sinaí es siempre mencionado en ella cómo elevándose solo e inconfundible en una llanura desértica bien nivelada.”

De hecho, existe una "llanura desértica nivelada" en la península del Sinaí, admitió Palmer, pero ella no está cubierta de arena.

"Aún en las áreas de la península que más se aproximan a nuestra concepción de lo que debe ser un desierto - un océano sólido, limitado sólo por el horizonte o una barrera de montañas distantes -, la arena es una excepción y el suelo más parece una penosa carretera cubierta de grava que una playa convidativa.”

Palmer describía la llanura céntrica. 

Para él, la ausencia de arena perjudicaba la idea de "desierto" transmitida por la Biblia. 

Para nosotros, el suelo duro y pedregoso significa que el área era extremadamente adecuada para el espacio-puerto de los Nefilim.

Y, si el monte Mashu marcaba la entrada para el espacio-puerto, sólo podía estar en los alrededores de la instalación.

¿Quiere decir, entonces, que generaciones de peregrinos viajaron hacia el Sur de la península vanamente? 

¿La veneración de los picos en el macizo de granito sólo comenzó con el cristianismo?

No es lo que atestiguan los descubrimientos hechos por arqueólogos en esos montes llenos de santuarios, altares y otras señales de antigua adoración en la Antigüedad. 

Las inscripciones y grabados en las rocas (inclusive el candelabro judío), hechas a lo largo de milenios por peregrinos de muchas creencias, hablan de una adoración que viene desde que la Humanidad tomó conocimiento de la existencia de la península.

A esta altura, cuando estamos casi deseando que hayan dos "montes Sinaí", de modo de que sean satisfechas tanto las tradiciones como los hechos, es bueno saber que esa idea no es nueva. 

Aún antes de esos dos siglos de esfuerzos concentrados para identificar cual sería el verdadero monte Sinaí, ya se sospechaba si los varios nombres de la Biblia para la montaña sagrada no eran un indicio de que existía no sólo una, sino dos de ellas.

Las narrativas hablan de:

"monte Sinaí" (la montaña del Sinaí o en el Sinaí), donde fueron entregadas las Tablas de la Ley; el "monte Horeb", la montaña de la sequedad o en la sequedad; el "monte Paran" que el Deuteronomio menciona como siendo el lugar donde Yahveh se apareció a los israelitas; y la "montaña de Dios", donde por primera vez el Señor se reveló a Moisés.

La localización geográfica de dos de esos montes es descifrable.

Parán era el desierto cerca de Cades-Barnea, posiblemente el nombre bíblico para la llanura céntrica. 

Así, el "monte Paran" sólo podía quedarse situado en esa región. 

Ya el monte donde Moisés tuvo su primer encuentro con El Señor, "la montaña de Dios" o "de los dioses", no podía quedarse muy lejos del País de Madiá, pues "pastoreaba Moisés el rebaño de Jetro, su suegro, sacerdote de Madiá. 

Él condujo las ovejas más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, la Horeb". 

Los madianitas habitaban el Sur de la península sinaítica, comprendiendo el golfo de Ácaba y cercanías de las áreas de minería de cobre. 

Así, la "montaña de Dios" sólo podía quedar en algún lugar del desierto adyacente - por lo tanto, en el Sur.

Fueron encontrados sellos cilíndricos describiendo pictográficamente la aparición de una deidad a un pastor.

Uno de ellos muestra al dios surgiendo entre dos montañas, con un árbol en forma de cohete atrás de él - tal vez el Sneh, la "zarza ardiente" de la narrativa bíblica. 

La introducción de la figura de dos picos en la ilustración está muy acorde con la frecuente referencia al señor como El-Shaddai, el Dios de los Dos Picos.

Eso nos trae otra distinción entre el monte donde fueron entregadas las Tablas de la Ley y la montaña de Dios. 

El primero era una elevación solitaria, en una llanura desértica, y el segundo debía ser una combinación de dos montes o una montaña con dos picos.

Los textos ugaríticos hablan también de una "montaña de los jóvenes dioses" en las cercanías de Cades y dos picos, uno perteneciente a EL y el otro a Asherah - el Shad Elim y el Shad Asherath u Rahim ambos situados en el Sur de la península. 

Fue para esa área, en la región mebokh naharam ("donde comienzan las dos extensiones de agua"), kerev apheq tehomtam ("cerca de la apertura de los dos mares") que EL se retiró en su vejez.

Los textos, creo, describen la punta Sur de la península del Sinaí.

A partir de todo eso, concluyo que existía un monte que marcaba la entrada del espacio-puerto situado en la llanura céntrica y que había dos picos en la punta Sur de la península que desempeñaban un papel importante en las idas y venidas de los Nefilim. 

Eran dos picos que señalaban, o "medían", la subida para el Norte.







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