jueves, 24 de septiembre de 2015

Parte 7: GILGAMESH, EL REY QUE NO QUERIA MORIR. (Escalera al Cielo)







Escalera al Cielo (segundo libro).
Parte 7: Gilgamesh, el Rey que no quería morir.
ZECHARIA SITCHIN
1980, Nueva York, USA.






La leyenda sumeria sobre la primera búsqueda de la inmortalidad
de que se tiene noticia habla de un gobernante muy antiguo, que
suplicó a su divino protector que lo dejara entrar en la "Tierra de
los Vivos". 

Los escribas de la Antigüedad escribieron muchos
relatos épicos sobre ese hombre raro, diciendo:

Cosas secretas él vio;
Lo que está escondido del hombre él vio.
Él hasta trajo noticias de los tiempos antes del diluvio;
Él hizo el largo viaje, fatigante y difícil.
Regresó y, en una columna de piedra, grabó su labor.

De ese antiquísimo escrito sumerio, sólo llegaron a nosotros
menos de doscientas líneas. 

Sin embargo, conocemos toda la
historia con base en las traducciones hechas para todas las
lenguas de pueblos que siguieron a los sumerios en el Oriente
Medio: asirios, babilonios, hititas y horreus. 

Todos contaron y recontaron esas leyendas. Las tablas de arcilla donde fueron registradas esas versiones posteriores, algunas encontradas intactas, otras dañadas y muchas fragmentadas, perjudicando la lectura, después de estudios que consumieron casi un siglo de trabajo, consiguen recomponer el relato.

El núcleo básico de nuestro conocimiento de esa leyenda son
doce tablas en acadiano, que formaban parte de la biblioteca de
Asurbanipal en Nínive. 


Quién primero las trajo a la luz fue George Smith, cuyo trabajo en el Museo Británico era
seleccionar, combinar y clasificar los miles de placas y
fragmentos que llegaban al museo venidos de las excavaciones en la Mesopotamia. 

Cierto día, su atención fue atraída hacia un pedazo de inscripción que parecía relatar la historia del diluvio.


Estudiándola más atentamente, Smith vio que no había dudas:
los caracteres cuneiformes, venidos de la Asiria, contaban la
historia de un rey que hubo buscado al héroe del diluvio y había
oído de él un relato en primera persona del evento!

Con un entusiasmo bien comprensible, los directores del museo enviaron George Smith al campo arqueológico específicamente para buscar los fragmentos que faltaban. 

Contando con una buena dosis de suerte, Smith los encontró en número suficiente para reconstruir el texto y adivinar la secuencia correcta de las tablas. 

En 1876, él mostró, de manera concluyente, la secuencia,
y publicó un libro sobre el asunto, "The Chaldean Account of the
Flood (El Relato Caldeo Sobre el Diluvio)". 

Por el estilo de los textos, Smith concluyó que ellos habían sido "compuestos en la Babilonia cerca de 2000 a.C.".

De inicio, George Smith leyó el nombre del rey que buscó Noé
como Izdubur y sugirió que él no debía ser otro sino el héroe rey
bíblico Nemrod. 

Por algún tiempo los estudiosos aceptaron esa idea y se referían a ese conjunto de doce tablas como" La Epopeya de Nemrod". 

Sin embargo, nuevos descubrimientos e investigaciones posteriores establecieron el origen sumerio de la leyenda y el verdadero nombre del héroe de la historia: GIL.GA.MESH. 


Se confirmó a partir de otros textos históricos, inclusive en las Listas de Reyes Sumerios, que ese hombre fuera gobernante de Uruk - la Arac de la Biblia alrededor de 2.900 a.C.

"La Epopeya de Gilgamesh", como esa obra literaria de la
antigüedad es llamada actualmente, nos lleva casi 5 mil años
atrás.

Es preciso conocer la historia de la ciudad de Uruk para captar la
cobertura dramática de la epopeya. 

Confirmando las narrativas bíblicas, los registros históricos de la Sumeria también relataban que, después del diluvio, la realeza - dinastías reales - comenzó en Kish y qué fue transferida para Uruk en resultado de las ambiciones de Irnini/Ishtar, a quien no le gustaban sus dominios distantes de la Sumeria.




De inicio, Uruk era sólo la localización de un recinto sagrado,
donde quedaba una Morada (templo) de An, el "Señor del Cielo",
construida en lo alto de un enorme zigurate llamado Y.AN. (En la "Casa de An”). 

En sus raras visitas a la Tierra, An acabó desarrollando un cariño especial por Irnini y le concedió el título de IN.AN. (la "Amada de An") (relatos muy antiguos insinúan que ese amor no era meramente platónico) -, instalándola en el Eanna, que antes permanecía siempre desocupado.

Pero, ¿le agradaba a Inanna tener una ciudad sin habitantes, un
reino sin súbditos? 

No muy lejos de allí, al sur, en los márgenes del golfo Pérsico, Ea vivía en semi-aislamiento en la ciudad de Eridu, donde se mantenía al corriente de los asuntos humanos, dispensando conocimiento y civilización a la Humanidad. 

Seductora y perfumada, Inanna hizo una visita a Ea, su tío-abuelo. Embriagado y apasionado, él atendió a los antojos de su sobrina: hacer de Uruk el nuevo centro de la civilización sumeria, la sede de la monarquía, en sustitución de Kish.

Para llevar a cabo sus planes grandiosos, cuyo objetivo final era
su entrada en el Círculo Interno de los Grandes Doce Dioses,
Inanna/ Ishtar buscó el apoyo de su hermano, Utu/Shamash.

Mientras en los días antes del diluvio el mestizaje entre los
Nefilim y las hijas de los hombres causaba la ira de los dioses, la
práctica ya no era reprobada.

Tanto es así que el alto sacerdote del templo en la época, era un
hijo de Shamash con una humana. 

Entonces, Inanna y Shamash lo ungieron como rey de Uruk, dando inicio a la primera dinastía de reyes-sacerdotes del mundo. 

Según la Lista de Reyes Sumerios, él reinó por 324 años. Su hijo, "que construyó Uruk", gobernó 420 años. Cuando Gilgamesh, el quinto monarca de esa dinastía, subió al trono, Uruk ya era un centro floreciente, que dominaba a sus vecinos y comerciaba con tierras distantes.





Siendo descendiente del gran dios Shamash por parte de padre, e
hijo de la diosa NIN.SUN, Gilgamesh era considerado "dos tercios dios, un tercio humano". 

Por eso, había recibido el
privilegio de tener su nombre escrito con el prefijo "divino".

Orgulloso y seguro de si mismo, Gilgamesh comenzó su reinado
como un soberano benevolente y consciente, envuelto en las
acostumbradas tareas de fortalecer las murallas de la ciudad o embellecer el recinto del templo. 

Sin embargo, mientras más
aprendía sobre la historia de los dioses y hombres, más se volvía pensativo e inquieto. 

Aún durante los momentos de diversión, sus pensamientos se volvían hacia la muerte.

¿Él viviría tanto como sus ancestros semi-divinos en virtud de ser
dos tercios dios, o el tercio humano prevalecería, determinándole
el tiempo de vida de un mortal? 

Luego Gilgamesh confesó su ansiedad a Shamash:

En mi ciudad el hombre muere; oprimido está mi corazón.
El hombre perece; pesado está mi corazón.
El hombre, por más alto que sea, no puede extenderse hasta el
Cielo;
El hombre, por más largo que sea, no puede cubrir la Tierra.
¿Conseguiré mirar por encima de la pared?, -preguntó a Shamash-.
"Será ese también mi destino?”

Evitando dar una respuesta directa - tal vez porque él no la sabía-, Shamash intentó hacer que Gilgamesh aceptara su destino,
fuera cual fuera, y gozara la vida mientras podía:

Cuando los dioses crearon a la Humanidad,
Les dieron también la muerte.
Y la vida retuvieron para sí.

Por lo tanto, prosiguió:

Que quede llena tu barriga, Gilgamesh.
Festeja día y noche!
De cada día haz una fiesta de regocijo.
Día y noche canta y danza!
Que tus vestidos estén siempre inmaculados,
Lava tu cabeza; báñate en agua.
Da atención al pequeño que coge tu mano,
Deja a tu esposa disfrutar de tu apego;
Pues este es el destino de la Humanidad.

Pero Gilgamesh rechazó aceptar su destino. 

Finalmente, ¿no era dos tercios divino y sólo un tercio humano? 

¿Por qué la parte mortal, menor, y no el elemento divino debería determinar su destino? 

Andando de un lado para el otro durante el día e inquieto a la noche, Gilgamesh intentó mantenerse joven entrometiéndose en la vida de los recién-casados, insistiendo en mantener relaciones sexuales con la prometida antes del marido.

Entonces, una noche, tuvo una visión que sintió que era un
presagio. 

Corrió hacia su madre y le relató lo que había acontecido, pidiéndole que interpretara la visión:

Mi madre,
Durante la noche, tiendo quedado excitado,
Vagué de un lado para el otro.
En medio (de la noche) surgieron presagios.
Una estrella se hizo cada vez mayor en el cielo.
El artefacto de Anu descendió en mi dirección!

"El artefacto de Anu" que descendió de los cielos cayó en la
tierra cerca de Gilgamesh. Él continuó relatando:

Intenté levantarlo; era demasiado pesado para mí.
Intenté sacudirlo;
No conseguí moverlo o erguirlo.

Mientras intentaba soltar el objeto, que debe estar enterrado
profundamente en el suelo, "el pueblo se tiró sobre él, los
nobles lo cercaron". 

La caída del "artefacto de Anu" aparentemente fue observada por mucha gente, pues "toda Uruk se juntó en torno a él".

Los "héroes" - los hombres fuertes - ayudaron el rey en sus
esfuerzos para desplazar el objeto. 

"Los héroes lo cogieron por abajo y yo lo estiré por la parte delantera.”

Aunque el objeto no esté completamente descrito en los textos,
con toda la certeza no era un meteoro cualquiera, sino un objeto
manufacturado, digno de ser llamado artefacto del grande Anu.

Todo indica que el lector antiguo no necesitaba de mayores
explicaciones por estar familiarizado con el término o con el
dibujo del objeto.

El texto de Gilgamesh describe la parte inferior, que fue agarrada
por los héroes, usando un término que puede ser traducido por
"piernas". 

Sin embargo, el objeto tenía también otras partes bien destacadas y se podía hasta entrar en él, como queda claro por la continuación del relato de Gilgamesh sobre los eventos de aquella noche:

Apreté con fuerza la parte de encima.
No conseguí retirar la tapa ni levantar el Ascensor...
Con un fuego destructor, en el tope yo lo rompí y entré en sus
profundidades.
Levanté la parte móvil
Aquella que abre hacia el Frente
Y te la traje.

Gilgamesh estaba seguro de que la aparición del objeto era un
presagio de los dioses sobre su destino. 

Su madre, la diosa Ninsun, sin embargo, tuvo que desengañarlo. 

Lo que descendió del cielo como una estrella, -habló-, prevé la llegada de "un robusto camarada que salva; un amigo que vendrá para ti... él es el más poderoso de la región... jamás te abandonará. Ese es el significado de tu visión".

Ninsun sabía de lo que estaba hablando pues, sin el conocimiento de su hijo, y atendiendo a las súplicas del pueblo de Uruk para que hiciera algo capaz de divertir al inquieto rey, los dioses arreglaron que un hombre salvaje entrara en la ciudad y se trabará en luchas con Gilgamesh.




Su nombre era ENKI.DU – "La Criatura de Enki" -, un tipo de
hombre de la Edad de la Piedra que vivía en los territorios inhóspitos, entre los animales. 

"Él tenía el hábito de beber la
leche de criaturas salvajes." 

Ese hombre solía ser retratado
desnudo, barbudo y cabelludo, en general acompañado de sus
amigos animales.

Deseando domesticarlo, los nobles de Uruk contrataron una
prostituta. Enkidu, que hasta entonces sólo había conocido la
compañía de animales, readquirió su elemento humano al hacer
el amor con la mujer varias veces. 




Después de eso, la prostituta
lo llevó hacia un campamento en la periferia de la ciudad, donde le fueron enseñados la lengua, las maneras de Uruk y hábitos del
rey. 

"Contenga a Gilgamesh, sea un adversario a su altura!", dijeron los nobles a Enkidu.

El primer encuentro entre los dos hombres aconteció a la noche, cuando Gilgamesh, habiendo dejado el palacio, vagaba por las calles a la busca de aventuras sexuales. 

Enkidu lo enfrentó, prohibiendo su camino. "Ellos se atacaron, firmes como toros."

Paredes se estremecieron, batientes se desmoronaron, mientras
los dos lucharon. 

Finalmente, "Gilgamesh dobló la rodilla y la lucha terminó. 

Él perdió contra el extraño". "Aplacada su furia, Gilgamesh se volvió de espaldas." En ese momento, Enkidu se dirigió a él y el rey se acordó de las palabras de su madre.

Entonces ese hombre era su nuevo "amigo robusto". "Ellos se
besaron y establecieron una amistad".

A medida que los dos se hacían amigos inseparables, Gilgamesh reveló a Enkidu su temor del destino de un mortal.

Al oír eso, "los ojos de Enkidu se llenaron de lágrimas, enfermo
se quedó su corazón, amargado suspiró". 

Después, dijo a su amigo que había un modo de que él esquivara su destino, forzando su entrada en la Morada de los Dioses. 

Allá, si Shamash y Adad lo apoyaban, los dioses podrían darle la condición de divinidad a la que tenía derecho.

La "Morada de los Dioses", contó Enkidu, quedaba en la
"Montaña de los Cedros". 

Él la descubrió por casualidad, contó, mientras vagaba por los territorios inhóspitos con sus amigos animales. 

El lugar, empero, era guardado por un terrible
monstruo llamado Huwawa:
Yo la descubrí, mi amigo, en las montañas,
Mientras vagaba con los animales salvajes.
Por muchas leguas ella se extiende en el bosque;
Yo entré en ella.
Huwawa (está allá); su rugido es como una inundación,
Su boca es fuego, su hálito es muerte...
Lo vigila del bosque de Cedros, el Guerrero Flamante,
Es poderoso, jamás descansa...
Lo designó Enlil para mantener el bosque de Cedros
Un terror para los mortales.

El hecho de que la principal tarea de Huwawa sería impedir a los
mortales entrar en el bosque de Cedros sólo aumentó la
determinación de Gilgamesh de ir a aquel lugar. 

Con toda certeza era allá donde conseguiría unirse a los dioses y escapar de su destino de mortal.

¿Quién, mi amigo, puede escalar el cielo?
Sólo los dioses, yendo al lugar subterráneo de Shamash.
Los días de la Humanidad son numerados, nada alcanzaron sino
el viento.
Aún tú tienes miedo de la muerte, a pesar de tu poder heroico.
Por lo tanto, déjame ir al frente, que tu boca me diga:
"Avanza, no temas!”

El plan era este: irían "al lugar subterráneo de Shamash", en la
Montaña de los Cedros, para conseguir "escalar el cielo", como
hacen los dioses. 

Aún el más alto de los hombres, como destacaba Gilgamesh antes, "no consigue extenderse hasta el cielo". 

Pero ahora él por lo menos sabía donde quedaba el lugar desde el cual el cielo podía ser escalado. 

Entonces cayó de rodillas y rezó a Shamash: 

"Déjeme ir, oh, Shamash! Mis manos
están erguidas en oración... al Lugar de Aterrizaje, dé la orden...
Cúbrame con tu protección!”

Infelizmente, la tabla que contiene el texto en cuestión está
quebrada y se perdieron las líneas que contienen la respuesta del
dios. 

Sin embargo, nos conformamos sabiendo que "cuando Gilgamesh examinó su presagio... lágrimas escurrieron por su rostro". 

Aparentemente él recibió permiso de continuar, pero por su cuenta y riesgo. 

Gilgamesh decidió proseguir y luchar contra Huwawa sin el auxilio del dios. "Si yo fracasara", dijo, "el pueblo se acordará de mí. Gilgamesh, dirán, cayó luchando con el feroz Huwawa." Y continuó: "Pero, si yo tuviera éxito, obtendré un Shem, "el vehículo con el cual se alcanza la eternidad".

Mientras Gilgamesh ordenaba la producción de armas especiales
para luchar contra Huwawa, los consejeros de Uruk intentaron
disuadirlo de la empresa. 

"Aún eres joven, Gilgamesh", ¿por qué arriesgarse a encontrar la muerte en una aventura imprevisible, "donde no sabes lo que conseguirás?" 

Reuniendo todas las informaciones disponibles sobre el bosque de Cedros y su guardián, alertaron el rey: Oímos que Huwawa tiene una constitución impresionante. ¿Quién es capaz de enfrentar sus armas? Desigual es la lucha con la máquina de sitiar, Huwawa.

Pero Gilgamesh sólo "miró hacia atrás, sonriendo para su
amigo". 

Los rumores de que Huwawa era un monstruo mecánico, "una máquina de sitiar", sólo sirvieron para aumentar su creencia de que él sería fácilmente controlado por las órdenes de los dioses Shamash y Adad. 

Sin embargo, como no hubo obtenido de Shamash una clara promesa de auxilio, decidió recurrir a su madre: "Juntos, Gilgamesh y Enkidu fueron al Gran Palacio, a la presencia de Ninsun, la gran reina. 

Gilgamesh se adelantó al entrar en el palacio: Oh, Ninsun... decidí hacer un largo viaje al lugar de Huwawa; una batalla incierta iré a
enfrentar; tierras desconocidas recorreré. Oh, madre, ¿orará a
Shamash por mí?

Atendiendo al pedido, "Ninsun entró en su cámara, vistió el traje
que asienta en su cuerpo, el adorno que asienta en su pecho... puso la tiara". 

Enseguida, alzó las manos en plegaria para Shamash - y colocó toda la carga de la aventura sobre él: "¿Por qué, habiéndome dado a Gilgamesh como hijo", dijo, -hablando retóricamente-, "tú lo dotaste de un corazón inquieto? Y ahora tú lo influenciaste a emprender una larga jornada, al lugar de Huwawa!" 

Dicho eso, Ninsum pidió la protección del dios para su hijo:

Hasta él alcanzar el bosque de Cedros.
Hasta él matar el feroz Huwawa.
Hasta el día en que fuera y volviera.

Cuando la población de la ciudad supo que su rey iría al Lugar
de Aterrizaje, "se aproximó a él", deseándole éxito. 

Los consejeros fueron más prácticos: "Deja a Enkidu estar al frente; él conoce el camino... en el bosque, que él penetre en las tierras de Huwawa... el que va al frente, salva a su compañero!" 

Ellos también invocaron las bendiciones de Shamash. "Que Shamash te conceda tu deseo; lo que tu boca habló, que él muestre a tus ojos; que él abra para ti el camino prohibido, el camino revele
para tus pasos, la montaña derrumbe para tus pies!"

Ninsun dijo algunas palabras de despedida. Volviéndose hacia
Enkidu, le pidió proteger Gilgamesh: "aunque no hayas salido de
mi vientre, aquí te adopto para que guardes al rey como a tu
hermano!" 

Enseguida, colocó su emblema en el cuello de Enkidu. Y los dos amigos partieron para su peligrosa aventura.

La cuarta tabla de la Epopeya de Gilgamesh es dedicada a la
jornada de los dos amigos por el bosque de Cedros.

Infelizmente ella está tan quebrada que, a pesar del
descubrimiento de fragmentos paralelos en lengua hitita, es
imposible montar un relato coherente.

Está claro, sin embargo, que ellos viajaron por mucho tiempo,
dirigiéndose al este. 

De tiempo en tiempo, Enkidu intentaba persuadir a Gilgamesh de desistir de la empresa. Huwawa, -él habló-, puede oír una vaca caminando a 60 leguas de distancia. Su "red" alcanza lejos; su rugido reverbera del "Lugar Donde es Hecha la Subida" hasta Nippur. Una flaqueza se apodera de quien se aproxima a los portones del bosque. "Volvamos", rogó; pero el rey estaba irreductible.

A la montaña verde los dos llegaron.
Sus palabras fueron silenciadas.
Ellos se inmovilizaron.
Parados, contemplaron el bosque;
Miraron la altura de los cedros,
Miraron la entrada del bosque.
Donde Huwawa solía moverse, rectas eran las cogidas, un canal
flamante.
Ellos contemplaron la Montaña de los Cedros,
Morada de los Dioses,
La Encrucijada de Ishtar.

Impresionados y cansados, los dos se acostaron para dormir. 

En medio de la noche, se despertaron. 

"Tú me despertaste?", preguntó Gilgamesh a Enkidu, que lo negó. 

Ni bien habían vuelto a dormir cuando Gilgamesh de nuevo despertó al amigo.

Ví algo asombroso, afirmó, aunque no tengo certeza de si estaba
durmiendo o despierto:

En mi visión, mi amigo,
El suelo alto desmoronó.
Me tiró al suelo, prendió mis pies...
La mirada era dominadora!
Un hombre surgió;
El más bello del país era él...
Me quitó de bajo el suelo desbarrancado.
Me dio agua para beber; mi corazón se aquietó.
En el suelo colocó mis pies.

¿Quién sería ese "hombre" - "el más bello del país" - que quitó a
Gilgamesh de bajo el suelo desbarrancado? 

¿Qué sería aquella "mirada dominadora" que hubo acompañado el deslizamiento del talud? 

Enkidu no encontró respuestas. Cansado, se volvió y se adormeció. 

Sin embargo, una vez más la tranquilidad de la noche fue perturbada.

En medio de la vigilia, el sueño de Gilgamesh terminó.

Él se levantó, diciendo al amigo:

Amigo, ¿tú me llamaste?
¿Por qué estoy despierto?
¿No me tocaste?
¿Por qué estoy tan asustado?
¿Algún dios pasó por aquí?
¿Por qué tengo la carne entorpecida?

Negando que hubiera despertado a Gilgamesh, Enkidu lo dejó
creyendo que "un dios había pasado por allí". 

Intrigados, los dos adormecieron, sólo para que fueran nuevamente despertados. 

fue así que Gilgamesh describió lo que vio:

La visión que tuve fue asombrosa!
Los cielos gritaron, la tierra rugió.
Aunque el alba se aproximaba, vino la oscuridad.
Relámpagos centellaron, una llama se irguió.
Las nubes se abultaron; llovió muerte!
Entonces el fulgor desapareció; el fuego borró.
Y todo lo que hubo caído se transformó en cenizas.




Gilgamesh debe haberse se dado cuenta de que había testificado
la subida de una "Cámara Celestial": el suelo estremeciendo con
la ignición y el rugido de los motores; las nubes de polvo y humo
envolviendo el área, oscureciendo el cielo de la madrugada; el brillo del fuego de las turbinas visto a través de las nubes espesas; y - mientras la nave subía - su fulgor desapareciendo. 


Con certeza, "una visión asombrosa"! Sin embargo ella sólo
sirvió para animar a Gilgamesh a proseguir, pues confirmaba que
de hecho ellos habían alcanzado el Lugar de Aterrizaje.

Por la mañana, los dos amigos intentaron penetrar en el bosque,
tomando cuidado para evitar "los árboles-arma que matan".

Enkidu encontró el portón del cual había hablado. Pero, al
intentar abrirlo, fue tirado para atrás por una fuerza invisible, que
lo dejó paralizado durante diez días.

Cuando volvió a moverse y hablar, Enkidu rogó la Gilgamesh:
"No entremos en el corazón del bosque". 

Este, sin embargo, tenía buenas noticias para su amigo. Mientras él dormía, recuperándose del choque, había encontrado un túnel. 

Por los sonidos que había oído dentro de él, tenía la certeza de que
estaba conectado al "recinto donde son dadas las palabras de
comando". 

Entonces dijo la Enkidu: "Venga, no se quede allí parado, mi amigo, descendamos juntos!”

Gilgamesh debía estar en lo correcto, pues los textos sumerios
afirman que:

Penetrando en el bosque,
La morada secreta de los Anunnaki él abrió.

La entrada del túnel estaba cubierta (o escondida) por la
vegetación y bloqueada con tierra y piedras. 

"Mientras Gilgamesh cortaba los árboles, Enkidu cavaba." Sin embargo, apenas los dos consiguieron hacer una pequeña apertura, el terror atacó: "Huwawa oyó el barullo y se encolerizó". 

El monstruo surgió en escena, buscando a los intrusos. Su apariencia "era poderosa, él tenía los dientes de un dragón; su cara era de león; su llegada fue como una inundación aproximándose". 

Más preocupante era su "rayo brillante", que, emanando de la cabeza del monstruo, "devoraba árboles y matas". De su fuerza mortal, "nadie escapaba". 

Un sello cilíndrico sumerio nos muestra un rey, Gilgamesh y Enkidu al lado de un robot mecánico, con certeza el "Monstruo con Rayos Mortales" de la epopeya.

Parece, por los fragmentos de texto, que Huwawa conseguía
armarse con "siete capas". Pero, cuando llegó a la escena, "sólo
una él vestía". 

Viendo en eso su oportunidad, los dos amigos intentaron prepararle una trampa. Cuando el monstruo se volvió para enfrentar a los intrusos, el rayo mortal que le salía de la cabeza trazó una trilla de destrucción.

En el momento oportuno, llegó socorro de los cielos. Viendo la
situación en que se encontraban los dos amigos, "de los cielos
habló el divino Shamash". 

Avisándoles que no intentaran huir, aconsejó: "lleguen muy cerca de Huwawa". Entonces el dios convocó una hueste de vientos resoplantes "que batieron en los ojos de Huwawa" y neutralizaron su rayo. 

Como Shamash pretendía, "los rayos desaparecieron, el brillo se apagó. Luego el monstruo estaba inmovilizado: "él no conseguía ir ni para el frente ni para atras". 

Fue entonces que Gilgamesh y Enkidu lo atacaron: Enkidu golpeó al guardián, Huwawa, haciéndolo caerse al suelo. 

Los cedros a lo largo de una distancia de 2 leguas se estremecieron, tan fragorosa fue la caída del monstruo. Entonces Enkidu "lo mató".




Alegres con la victoria, pero exhaustos de la batalla, los dos
camaradas pararon para descansar al borde de un riachuelo.

Gilgamesh se desnudó para lavarse. "Él tiró lejos sus cosas sucias, vistió las limpias; enrolló en el cuerpo una túnica franjada, amarrada con una franja." 

No había motivo para prisa; el camino para la "Morada secreta de los Anunnaki" ya no estaba bloqueado.

No sospechaba Gilgamesh que el antojo de una mujer inmediatamente haría desmoronarse su victoria...

Aquel lugar, como fuera esclarecido anteriormente en la
epopeya, era "La Encrucijada de Ishtar"; la diosa solía usar ese
Lugar de Aterrizaje. 

Ella, como Shamash, debía haber asistido a la batalla tal vez desde su Cámara Celestial ("alada"), como es mostrada en un sello hitita. 

Viendo a Gilgamesh desnudarse y bañarse, "Ishtar levantó los ojos hacia la belleza de Gilgamesh".

Aproximándose al rey, ella no midió palabras para expresar lo
que le pasaba por la mente:

Venga, Gilgamesh, sea mi amante!
Concédame el fruto de tu amor.
Tú serás mi hombre, Seré tu mujer!

Prometiendo coches de oro, un palacio magnífico, soberanía
sobre otros reyes y príncipes, Ishtar estaba segura de que había
seducido a Gilgamesh. 

Sin embargo, al responder, él destacó que no tenía nada para ofrecer en pago de los favores de una diosa. Y, en cuanto al "amor" de Ishtar; ¿cuál sería su duración? 

"A la corta o a la larga, -habló-, ella se libraría de él "como un zapato que aprieta el pie de su dueño".

Recitando la lista de los hombres con quienes Ishtar se hubo
acostado, Gilgamesh rechazó sus favores. 

Furiosa con la ofensa, la diosa pidió a Anu que mandara el "Toro del Cielo" para atacar al rey.

Atacados por el Monstruo Celeste, Gilgamesh y Enkidu se
olvidaron del objetivo de su misión y corrieron para salvarse.

Ayudándolos a huir en dirección de Uruk, Shamash permitió que
"cubrieran la distancia de un mes y quince días en sólo tres días".

Sin embargo, en la periferia de la ciudad, al borde del río
Eufrates, el "Toro del Cielo" los alcanzó. 

Cuando él "resopló", dos fosos se abrieron en el suelo, lo bastante grandes para contener doscientos hombres cada uno. 

Enkidu se cayó en uno de ellos, pero consiguió saltar hacia afuera y mató al monstruo.

No se sabe de cierto lo que era el "Toro del Cielo". El término
sumerio - GUD.AN.NA - también podía significar "el atacante
de Anu", o sea, su misil crucero. 

Los artistas de la Antigüedad, fascinados con el episodio, frecuentemente retrataban Gilgamesh o Enkidu luchando con un toro de verdad, con Ishtar (y a veces Adad) asistiendo.




Pero, a partir del texto de la epopeya, queda claro que el arma de Anu era un ingenio mecánico, hecho de metal y equipado con dos pinzas (los "cuernos"), que, según la descripción, eran "fundidos de treinta minas de lapislázuli, cada uno de ellos con un revestimiento con dos dedos de espesor". 

Algunos dibujos muestran un "toro" mecánico de ese tipo descendiendo de los cielos.

Derrotado el Toro del Cielo, Gilgamesh "llamó a los artífices, a
los armeros", para que vieran el monstruo mecánico y lo
desmontaran. 

Entonces, triunfantes, él y Enkidu fueron a dar homenaje a Shamash.

Pero, "Ishtar, en su morada, emitió un grito de lamentación".

Mientras, en el palacio, Gilgamesh y Enkidu descansaban de los
festejos que habían durado toda la noche, los dioses supremos,
en la Morada de los Dioses, consideraban las quejas de Ishtar. 

"Y Anu dijo a Enlil: como al Toro del Cielo ellos mataron y A
Huwawa también mataron, ambos deben morir." 

Enlil, sin embargo, contestó: "Enkidu deberá morir, Gilgamesh no".

Entonces Shamash intervino. Finalmente, él había contribuido a
los acontecimientos. 

¿Por qué Enkidu, el inocente, debería morir? 

Mientras los dioses deliberaban, Enkidu se enfermó, y entró en coma. 

Afligido y preocupado, Gilgamesh "andaba de un
lado para el otro delante del diván" donde su amigo yacía,
inmóvil. 

Lágrimas amargas le escurrían por la cara. Sin embargo,
a pesar de la tristeza que sentía por su compañero, sus
pensamientos sólo giraban en torno a su constante ansiedad. 

Un día, tal como Enkidu, ¿él también se quedaría al borde de la muerte? Después de tantos esfuerzos, ¿tendría el fin de un mortal
cualquiera?

En la asamblea, los dioses llegaron a un consenso. La sentencia
de muerte impuesta a Enkidu fue conmutada a trabajos forzados
en las minas, donde él pasaría el resto de sus días. 

Para ejecutar la sentencia, llevándolo hacia su nuevo domicilio, dos emisarios "vestidos de pájaros, usando alas como traje", vendrían a
buscarlo. 

Uno de ellos, "un joven cuyo rostro es oscuro y parece un hombre-pájaro en el semblante", lo transportaría a la Tierra de las Minas:

Él estará vestido como un águila.
Por el brazo te conducirá.
"Me sige" (dirá); él te llevará
A la Casa de la Oscuridad.
A la morada por encima del suelo;
A la morada donde los que entran jamás salen.
Un camino del cual no existe vuelta;
Una casa cuyos habitantes son privados de luz,
Donde tienen polvo en la boca
Y barro es su alimento.

Un sello cilíndrico ilustra la escena, mostrando un emisario alado
("ángel") llevando Enkidu por el brazo.

Oyendo la sentencia dada a su amigo, Gilgamesh tuvo una idea.

No muy lejos de la Tierra de las Minas, le habían informado,
quedaba la Tierra de los Vivos, un lugar a donde los dioses
llevaban a los humanos que recibían la dádiva de la eterna
juventud.

Ese lugar era la "morada de los antepasados" ungidos por los
dioses con las Aguas Purificadoras. 

Allá, compartiendo la comida y bebida de los dioses, residían Príncipes reales que habían gobernado en los tiempos de
antaño. 

Como Anu y Enlil, ellos son servidos de carnes condimentadas,
De odres, agua fresca les es servida.

¿No sería ese el lugar para donde había sido llevado el héroe del
diluvio - Ziusudra/Utnapishtim -, de donde Etana "había
ascendido al cielo"? 

Y así fue que "el señor Gilgamesh decidió partir para la Tierra de los Vivos". Anunciando a Enkidu, ahora recuperado, que lo acompañaría, por lo menos parte del viaje, explicó:

Oh, Enkidu,
Aún los poderosos fallecen, encuentran el fin fatídico.
(Por lo tanto) en esa tierra entraré, Montaré mi Shem.
En el lugar donde los Shem han sido erigidos,
Yo un Shem erigiré.

Sin embargo, pasar de la Tierra de las Minas hacia la Tierra de
los Vivos no era una cuestión para ser resuelta por un mortal.

Con palabras fuertes, Gilgamesh fue aconsejado por los ancianos
de Uruk y su madre, la diosa Ninsun, para que primero obtuviera el
permiso de Utu/Shamash:

Si en la tierra deseas entrar,
Avisa a Utu, avisa a Utu, el héroe Utu!
Él es el encargado de la tierra;
La tierra alineada con los cedros es gobernada por Utu.
Avisa a Utu!

Así alertado, Gilgamesh ofreció un sacrificio a Utu y suplicó su
consentimiento y protección:

Oh, Utu,
En la tierra deseo entrar;
Sea mi aliado!
En la tierra que se alinea con los frescos cedros
Deseo entrar, sea mi aliado!
En los lugares donde los Shem fueron erigidos,
Que yo erija mi Shem!

De inicio, Utu/Shamash dudó si Gilgamesh conseguiría
calificarse para entrar en aquella región. 

Después, atendiendo la nuevas plegarias y súplicas, avisó al rey que él tendría que recorrer una región seca y desolada: "el polvo de las
encrucijadas será tu domicilio, el desierto será tu cama... espinas
y gravetos desollarán tus pies... la sed asolará tus mejillas".

Intentando hacer desistir de la empresa a su protegido, el dios le
contó que "el lugar donde los Shem han sido erigidos" estaba
cercado por siete montañas y los desfiladeros entre ellas estaban
guardados por "Poderosos", que podían lanzar "un fuego
ardiente" o un "rayo que no puede ser esquivado". 

Sin embargo, al final, Utu cedió: "Las lágrimas de Gilgamesh él aceptó como ofrenda; siendo misericordioso, mostró misericordia".

Sin embargo, "el señor Gilgamesh actuó de manera frívola". En
vez de tomar el difícil camino terrestre, resolvió hacer la mayor
parte del viaje en una confortable embarcación. 

Cuando llegaran al puerto distante, Enkidu iría hacia la Tierra de las Minas y él se dirigiría para la Tierra de los Vivos. 

Entonces escogió a cincuenta hombres jóvenes y sin compromisos familiares para que lo acompañasen y fueran los remadores. 

Su primera tarea fue que cortaran y llevaran para Uruk las maderas especiales con las cuales sería construido el MA.GAN – una "galera de Egipto".

Los herreros de la ciudad hicieron armas poderosas. Cuando todo
quedó listo, los aventureros partieron.

Según los relatos, ellos navegaron descendiendo el golfo Pérsico,
con certeza pretendiendo dar la vuelta en la península Arábica
y después subir por el mar Rojo hasta Egipto. 

Sin embargo, la ira de Enlil no tardó en caer sobre ellos. 

Finalmente, ¿Enkidu no fué avisado de que un hombre "ángel" lo cogería por el brazo para conducirlo a la Tierra de las Minas? 

¿Cómo entonces estaba navegando con el inquieto Gilgamesh en una galera real, acompañado de cincuenta hombres armados?

Al atardecer, Utu - que debe haber asistido con gran preocupación a la partida de los dos amigos - "fue aunque con la cabeza erguida". 

Las montañas a lo largo de la costa distante "se hicieron oscuras, y las sombras se esparcieron sobre ellas". 

Entonces, "parado al lado de la montaña", había alguien que, como
Huwawa, podía emitir rayos "de los cuales nada escapaba": "Él
parecía un toro de la gran casa de la Tierra". 

Todo indica que se trataba de una torre de vigilancia. 

Ese "toro" o vigía preocupante debe haber interceptado el barco y sus pasajeros, pues Enkidu fue presa del miedo: Volvamos para Uruk, suplicó. 

Pero Gilgamesh no le puso atención. Mandó que el barco fuera
dirigido a tierra, determinado a luchar con el vigía - con "aquel
hombre, si fuera un hombre, o dios, si fuera un dios".

En ese instante, hubo una calamidad. 

El "tejido de la trama triple" -la vela- se rasgó. 

Como empujada por una mano invisible, la galera volcó e inmediatamente se hundió. 

Gilgamesh y Enkidu consiguieron nadar hasta la playa. Al mirar hacia el mar, vieron la embarcación naufragada con la tripulación aún en sus puestos, los cincuenta hombres pareciendo increíblemente vivos en la muerte:

Después de él haber hundido, 
en el mar haber hundido,
En el fin de la tarde en que el barco Magan había hundido,
Después del barco, cuyo destino era Magan, haber hundido,
Dentro de él, como aún criaturas vivas,
Estaban sentados aquellos nacidos de un vientre.

Los dos amigos pasaron la noche en la playa desconocida
discutiendo sobre qué camino deberían tomar. 

Gilgamesh continuaba determinado a alcanzar la "tierra". 

Enkidu dijo que mejor volvieran a la "ciudad" - Uruk. Luego, sin embargo, Enkidu se enfermó. 

Gilgamesh lo exhortó a aferrarse a la vida.

"Mi querido y débil amigo", -lo llamó cariñosamente-, "yo te
llevaré hacia la tierra". 

Sin embargo, "la muerte, que no hace distinciones", no pudo ser evitada.

Gilgamesh lamentó la pérdida de su amigo por siete días y siete
noches, "hasta que un gusano salió de su nariz". 

Al inicio, comenzó a andar sin rumbo: "Por su amigo, Enkidu, Gilgamesh llora amargamente, mientras vaga por el monte... con tristeza en la barriga, temiendo la muerte, vagó por el monte". 

De nuevo el rey se preocupaba por su destino - "temiendo la muerte" -, pensando: "Cuando yo muera, ¿no me quedaré como Enkidu?”

Entonces su determinación de escapar al destino de los mortales
nuevamente se fortaleció. 

"Debo descansar mi cabeza dentro de la tierra y dormir por el resto de los años?", gritó a Shamash.

"Permite que mis ojos contemplen el sol, que yo me llene de
luz!" 

Determinando su curso por el movimiento del sol, "para la
Vaca Salvaje, para Utnapishtim, hijo de Ubar-Tutu, él tomó el
camino". 

Gilgamesh caminó por tierras vírgenes, sin encontrar ningún hombre, buscando comida. 

"¿Qué montañas subió?, ¿qué ríos atravesó?, nadie sabe", registraron tristemente los escribas.

Después de mucho tiempo, como relatan las versiones de la
epopeya encontradas en Nínive y excavaciones arqueológicas
hititas, Gilgamesh parecía vagabundo... 

Él estaba llegando a una región dedicada a Sin, el padre de Shamash. 

"Cuando alcanzó un desfiladero durante la noche, Gilgamesh vio leones y sintió miedo.

Él irguió la cabeza para Sin y oró:
"Que mis pasos sean dirigidos para el lugar
donde los dioses rejuvenecen... Me preserve!”

"A la noche, mientras dormía, él se despertó de un sueño" que
interpretó como un presagio de Sin avisándole de que iría a
"regocijarse en la Vida". 

Animado, Gilgamesh "como una flecha descendió en medio de los leones". 

Su batalla con las fieras fue ampliamente retratada no sólo en la Mesopotamia sino en todos los países de la Antigüedad, incluso en Egipto.




Al amanecer, Gilgamesh atravesó un desfiladero. 

Allá debajo, a la distancia, avistó una gran extensión de agua, como un enorme lago, "impulsado por largos vientos". 

En la llanura junto a ese mar interior, avistó una ciudad protegida por una muralla. 

Allá quedaba el templo de Sin. En el lado de afuera de la ciudad, junto al "mar en la bajada", Gilgamesh vio una taberna. 

Aproximándose a ella, encontró a "Siduri, la cervecera", que cogía "un jarro y un tazón dorado con una papilla de avena". 

Pero, al avistar al recién-llegado, la mujer se asustó con su apariencia. 

Actuando de manera bien comprensible, la cervecera "cerró la puerta, prohibió el portón". 

Con gran esfuerzo, Gilgamesh la convenció de su verdadera identidad y buenas intenciones, contándole sobre sus aventuras y el
propósito de su viaje.

Después que Siduri le permitió descansar, beber y comer,
Gilgamesh se mostró ansioso por continuar. 

"¿Cuál es el mejor camino para la Tierra de los Vivos?", quiso saber. ¿Sería preciso dar la vuelta en el mar interior para alcanzar las montañas, o él podría acortar la jornada, atravesando las aguas?

Ahora, cervecera, ¿cuál es el camino...Cuáles son sus marcas?
Déme, oh, déme sus marcas?
Si fuera adecuado, por el mar yo iré;
Si no, la ruta terrestre cogeré.

Aconteció que la elección no era así de simple, pues el mar que
Gilgamesh tenía delante de sí era el "mar de la Muerte".

La cervecera le dijo a Gilgamesh:

Es imposible atravesar el mar, Gilgamesh.
Hace mucho tiempo que nadie viene del otro lado del mar.
El valiente Shamash lo atravesó
Mas, no siendo Shamash, ¿quién puede atravesarlo?
Trabajosa es la travesía, desolado el camino;
Estériles son las Aguas de la Muerte que él contiene.
¿Cómo entonces, Gilgamesh, pretendes atravesar el mar?

Gilgamesh no respondió y Siduri prosiguió, revelándole que tal
vez podría existir un medio para que él atravesara las Aguas de la
Muerte:

Gilgamesh,
Existe Urshanabi, el barquero de Utnapishtim.
Con él están "las cosas que flotan",
En el muelle él recoge "las cosas que pegan".
Vaya, déjalo contemplar tu rostro.
Si fuera adecuado, contigo él atravesará;
Si no, tú volverás.

Siguiendo las indicaciones de la cervecera, Gilgamesh encontró
a Urshanabi, el barquero. 

Después de un largo interrogatorio, donde el rey tuvo que decir quién era, cómo había llegado hasta allí y a dónde pretendía ir, el barquero lo consideró digno de sus servicios. 

Usando varas delgadas, los dos impulsaron la balsa por
el mar. 

En tres días, "dejaron atrás el pasar de un mes y quince
días", en otras palabras, hicieron el trayecto que por tierra llevaría 45 días.

Entonces Gilgamesh llegó a TILDE.MUN - "La Tierra de los
Vivos".

"¿Qué camino deberé tomar ahora?", preguntó Gilgamesh.

Urshanabi le dijo que él tendría que llegar a una montaña: "el
nombre de la montaña es Mashu".

Las indicaciones del barquero constan en las versiones hititas de
la epopeya, encontradas en fragmentos de tablas descubiertas en
Boghazkoy y otras excavaciones arqueológicas. 

A partir de ellos, como fueron reunidos por Johannes Friedrich en "Die hethitischen Bruchstükes des Gilgamesh-Epos", nos enteramos que el rey fue avisado para encontrar y seguir "un camino regular" que llevaba por el "Gran Mar, que queda bien distante". 

Debería buscar por dos columnas de piedra, o "marcos", que, como garantizó Urshanabi, "al destino siempre me traen". 

Al encontrarlas haría una curva para alcanzar una ciudad llamada Itla, dedicada al dios que los hititas denominaban de Ullu-Yah ("El de las Montañas").

Sólo con la bendición de ese dios él podría proseguir en su
jornada. 

Siguiendo las indicaciones, Gilgamesh llegó a Itla. 

Tuvo la impresión de estar avistando al Gran Mar a la distancia. 

En esa ciudad, él comió, bebió, se lavó, haciéndose nuevamente
presentable, como conviene a un rey. 

Una vez más Shamash vino en su auxilio, aconsejándole hacer ofrendas a Ulluyah. 

Llevando a su protegido junto al Gran Dios, Shamash le pidió:
"Acepte éstas ofrendas, concédale la vida".

Sin embargo, Kumarbi, otro dios muy citado en las leyendas
hititas, estuvo en contra: "la inmortalidad no puede ser concedida
a Gilgamesh", dijo él.

Parece que al convencerse de que no conseguiría un Shem,
Gilgamesh pidió una compensación. 

¿Podría por lo menos conocer a su antepasado, Utnapishtim? 

Mientras los dioses deliberaban, él (tal vez con la ayuda de Shamash) dejó la ciudad y comenzó a avanzar hacia el monte Mashu, parando diariamente para ofrecer sacrificios a Ulluyah. 

Después de seis días, llegó a la montaña que, de hecho, era el Lugar de los Shem.

El nombre de la montaña es Mashu.
A la montaña de Mashu él llegó;
Donde diariamente observaba los Shem
Que iban y venían.

Las funciones del monte exigían que él se conectara tanto con
los cielos como con los Confines de la Tierra:

Allá en lo alto, a la Franja Celestial
Él está conectado;
Debajo, al Mundo Inferior
Él está conectado.

Había un medio de entrar en el monte. Sin embargo, la entrada,
"el portón", estaba fuertemente resguardado.

Hombres-cohete guardan su portón, 
su terror es asombroso, su mirada es muerte. 
Su temido faro barre las montañas.
Ellos vigilan a Shamash mientras él sube y desciende.

(Fueron encontradas varias representaciones mostrando seres
alados u hombres-Tauro divinos, operando un aparato circular tal
vez un foco - montado en un poste. Es posible que sean
ilustraciones del "temido faro que barre las montañas").

"Al contemplar el brillo terrible, Gilgamesh cubrió su rostro;
recobrando la compostura, se aproximó a ellos." 

Cuando percibió que el temible rayo sólo había afectado
momentáneamente al recién-llegado, el hombre-cohete gritó a su
compañero: "El que viene tiene en el cuerpo la carne de los
dioses!" 

Al parecer los rayos podían atolondrar o matar humanos, pero eran inofensivos para los dioses.

Recibiendo permiso de aproximarse, Gilgamesh fue solicitado a
identificarse y explicar su presencia en el área. 

Después de contar sobre su origen divino, él dijo que había venido "a la búsqueda de la Vida", y añadió que deseaba conocer a su antepasado, Utnapishtim.

A causa de Utnapishtim, mi antepasado,
Yo vine.
A él que se unió a la congregación de los dioses,
Sobre la vida y la muerte deseo preguntar."

"Eso jamás fue conseguido por un mortal", dijeron los dos
guardias. 

Sin desanimarse, Gilgamesh invocó a Shamash y explicó que era dos tercios divino. 

Debido a fracturas en la tabla que contiene el texto, no se sabe lo que aconteció inmediatamente después. 

El hecho es que finalmente los hombres-cohete comunicaron a Gilgamesh que el permiso le había sido concedido: "El portón del monte está abierto para ti!”

(El "Portón del Cielo" era un motivo frecuente en los sellos
cilíndricos, que lo mostraban como un portón alado, pareciendo
una escalera de mano, que llevaba al Árbol de la Vida. A veces
estaba guardado por serpientes).

Gilgamesh entró, siguiendo "el camino tomado por Shamash". 

El viaje duró doce beru (horas dobles) y durante la mayor parte del
recorrido "él no pudo ver nada, ni al frente ni atrás". 

Es posible que estuviera los ojos vendados, pues el texto destaca que "para él, no había luz". 

En la octava hora doble, Gilgamesh gritó de miedo. 

En la novena, "sintió un viento norte batiéndole en el
rostro". 

"Cuando completó el once beru, la aurora surgió."

Finalmente, terminada la 12ª hora doble, él "en la luminosidad
habitó", Gilgamesh ahora podía entrever y lo que vio fue
impresionante: un recinto cerrado, como la de los dioses, donde
"crecía" un jardín hecho de piedras preciosas! 

La magnificencia del lugar nos es transmitida por líneas mutiladas de los antiguos textos:

Como frutos ostentan cornalinas,
Las viñas bellas demasiado para contemplarse.
El follaje es de lapislázuli;
Las uvas, demasiado lujuriosas para mirarse,
De... piedras son hechas...
Sudas... de piedras blancas...
En las aguas, juncos puros...
de piedras-sasu;
Como un Árbol de la Vida y un Árbol de...
Aquella hecha de piedras An-Gug.

La descripción continúa largamente. Impresionado y tomado de
emoción, Gilgamesh caminó por el jardín. 

Estaba, con certeza,en un "Jardín del Edén" simulado!

Hasta ahora no se sabe lo que aconteció después, pues toda una
columna de la novena tabla de arcilla está demasiado
fragmentada para ser descifrada. 

Pero sea en un jardín artificial, o en algún otro lugar, Gilgamesh finalmente se encontró con Utnapishtim. 

Su primera reacción al ver un "hombre de antaño" fue que notó cuánto era su parecido con él:  Gilgamesh le dijo, A Utnapishtim, "El Lejano":

Mientras te contemplo, Utnapishtin,
Tú no eres nada diferente;
Es como si tú y yo fuera...

Entonces, Gilgamesh fue directo al asunto:

Dígame,
¿Tú te uniste a la congregación de los dioses
En tu búsqueda por la Vida?

Utnapishtim respondió: "Yo te revelaré un asunto oculto,
Gilgamesh, un secreto de los dioses te contaré". 

El secreto era el relato del Diluvio, contado desde que Utnapishtim era el gobernante de Suripak, y los dioses resolvieron dejar que el diluvio aniquilara a la Humanidad, y Enki secretamente le instruyó a construir una embarcación sumergible, y en ella colocar a su
familia, y a "la semilla de todas las cosas vivas". 

Un navegador suministrado por el dios dirigió el barco hacia el monte Ararat.

Cuando el agua comenzó a bajar, Utnapishtim desembarcó para
ofrecer sacrificios en agradecimiento. 

Los dioses y diosas - que orbitaban la Tierra en su nave mientras ella era inundada - también descendieron en el monte Ararat, y saborearon la carne asada del sacrificio. 

Cuando Enlil también aterrizó, se encolerizó al ver que, a pesar del voto hecho por todos los dioses, Enki había permitido la supervivencia de la Humanidad.

Sin embargo, cuando su rabia disminuyó, Enlil advirtió la
ventaja de esa supervivencia. 

Fue entonces, -continuó contando Utnapishtim-, que el dios le concedió la vida eterna:

Inmediatamente después, Enlil entró en el barco.
Cogiéndome por la mano, me llevó a bordo.
Él llevó a mi mujer a bordo, y la hizo que se arrodille a mi lado.
En pie, entre nosotros, nuestras cabecillas tocó para
bendecirnos:
"Hasta aquí Utnapishtim ha sido humano;
De aquí en delante, Tu y tu mujer serán como dioses para
nosotros".
Lejos de aquí Utnapishtim residirá,
En la faz de los ríos.

Y fue así, concluyó Utnapishtim, que él acabó siendo llevado a la
Morada Lejana para vivir entre los dioses. 

Pero, ¿cómo Gilgamesh conseguiría obtener el mismo privilegio? 

"Ahora, ¿quién pedirá, en tu favor, para que los dioses se reúnan en asamblea para que encuentres la Vida que buscas?”

Al oír el relato, y entender que sólo los dioses reunidos podrían
decretarle la vida eterna, y que no había manera de conseguirlo, Gilgamesh se desmayó, perdiendo la conciencia por seis días y siete noches.

Utnapishtim, sarcástico, comentó a su mujer: "Mira a este héroe
que busca la Vida; como un mero sueño, y como la niebla él se
disuelve". 

Sin embargo, mientras Gilgamesh dormía, la pareja cuidó de él para mantenerlo vivo, "para que pueda volver con seguridad por el camino por el cual vino, para que por el portón, por el cual pasó, pueda volver a su tierra".

Urshanabi, el barquero, fue llamado para llevar Gilgamesh de
vuelta. 

Sin embargo, en el último instante, cuando el rey ya estaba por partir, Utnapishtim le reveló un secreto: aunque él no
pudiera escapar de la muerte, había un medio de evitarla. 

Para eso, tendría que obtener la planta secreta que los dioses comían; así, se mantendría eternamente joven!

Utnapishtim dijo a él, Gilgamesh:
Para aca vinisteis, enfrentando labores y adversidad.
¿Qué puedo darte en la vuelta a tu tierra?
Yo te revelaré, Oh, Gilgamesh, una cosa secreta;
Un secreto de los dioses te contaré;
Existe una planta, que tiene la raíz parecida con la de la
fresa espinoza.
Sus espinas son como las de las ramas de la urze-blanca.
Tus manos ellas rasgarán.
Con ellas obtendrás la planta,
Y nueva Vida encontrarás.

La planta, nos enteramos por lo que aconteció enseguida, crecía
sumergida:

Ni bien Gilgamesh oyó eso, abrió el caño de agua.
Amarró piedras pesadas en los pies;
Ellas lo hundieron hacia el fondo;
Entonces él vio la planta.
La cogió a pesar de que ella rasgara sus manos.
Cortó las pesadas piedras amarradas a sus pies;
Yen seguida fue lanzado de vuelta para donde estaba.

Mientras volvía con Urshanabi el barquero, Gilgamesh le dijo,
triunfante:

Urshanabi,
Esta planta es única entre todas las plantas:
Con ella, un hombre puede recuperar el lleno vigor!
Yo la llevaré a la ciudad fortificada de Uruk,
Donde la planta será cortada y comida.
Que ella sea llamada
"el Hombre Se hace Joven en la Vejez!"
De esta planta comeré y a mi juventud volveré.

Un sello cilíndrico sumerio de cerca de 1700 a.C., con escenas
de esa epopeya, muestra (a la izquierda) a Gilgamesh
semidesnudo y despeinado, luchando con dos leones; a la
derecha, él exhibe a Urshanabi la planta de la eterna juventud.
En el centro, un dios coge una extraña arma o herramienta en forma de espiral.

El destino, como aconteció en tantos casos durante los milenios
y siglos que siguieron, intervino.

Mientras los viajantes se preparaban para la noche, Gilgamesh
vio "un pozo cuyas aguas eran frescas. 

Descendió hasta él para bañarse". 

Entonces vino la desgracia: "Una culebra olió el perfume de la planta. Llegó y se llevó la planta".

Enseguida, Gilgamesh se sienta y llora,
Las lágrimas escurriéndole por el rostro.
Él coge la mano de Urshanabi, el barquero.
¿Para quién mis manos trabajaron?
¿Para quién agoté la sangre de mi corazón?
Para mí no obtuve la dádiva;
a una serpiente, la dádiva concedí...

Otro sello cilíndrico sumerio ilustra el trágico final de la
epopeya: el portón alado al fondo, Urshanabi conduciendo el
barco y Gilgamesh luchando con la serpiente. 

No habiendo encontrado la inmortalidad, él ahora es perseguido por el ángel de la muerte.

Y fue así que, en las generaciones que se sucedieron, escribas
copiaron y tradujeron, poetas recitaron, y contadores de historias
transmitieron el relato sobre la primera búsqueda infructífera de
la inmortalidad, "la Epopeya de Gilgamesh".

Y era así que ella comenzaba:

Que yo haga a todo el país saber
Sobre aquel que vio el Túnel;
Sobre aquel que conoce los mares, 
que yo cuente toda la historia.
Él visitó lo... (?) también,
Los escondidos de vista, todas las cosas...
Cosas secretas él vio,
lo que está escondido del hombre encontró.
Él hasta trajo noticias de los tiempos antes del diluvio.
También hizo la larga jornada, agotadora y llena de
dificultades;
Él volvió y, en una columna de piedra, toda su labor grabó.

Y así, según las Listas de Reyes Sumerios, fue cómo todo
terminó:

El divino Gilgamesh, cuyo padre era humano, el alto sacerdote
del templo, reinó por 126 años. Ur-lugal, hijo de Gilgamesh,
reinó después de él.




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